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Hembra del género Paranthropus, este de África, realizada por Elysabet Daynès y expuesta en el Museo de la Evolución Humana de Burgos

Cuando tienes ocasión de ver la recreación de alguna especie de nuestra geneaología, siempre te pueden quedar dudas sobre la veracidad de algunos de los detalles anatómicos.  Las personas que realizan esculturas realistas del posible aspecto de las especies del pasado utilizan información proporcionada por los paleontólogos. Además, quienes dan forma las esculturas no son meros artistas, sino que han aprendido mucho de anatomía o de la propia biología inferida de los estudios de los restos fósiles. La estatura, el peso, el tamaño del cerebro, etc. no pueden ser cuestionados, porque se han obtenido investigando sobre fósiles originales. Queda, no obstante, una cierta libertad de expresión artística, que podemos asumir sin ningún problema.

Figura 1

Elisabeth Daynès terminando su reconstrucción de un hombre de Cro-Mañon

Por ejemplo, podemos admitir que nuestros antepasados más remotos tenían el cuerpo totalmente cubierto de pelo, lo mismo que un chimpancé. Además, si su hábitat se encontraba en las sabanas de África o en alguna otra región del planeta con gran cantidad de radiación solar, sólamente cabe pensar en una piel oscura protectora.

Si los restos fósiles son  muy abundantes en algún yacimiento, como es el caso de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca donde se conservan todos y cada uno de los elementos esqueléticos de casi una treintena de individuos, es relativamente sencillo tener una idea muy aproximada del peso, estatura, estructura corporal, tamaño del cerebro, aspecto de la cara, etc. Es el caso de Miguelón, también reconstruido por Elisabeth Daynès y expuesto en el Museo de la Evolución humana de Burgos, junto a varios de los fósiles originales que le “han dado de nuevo la vida”.

Figura 3

Miguelón, atribuido a la especie Homo Heidelbergensis y cuya antigüedad se ha estimado entre 400.000 y 500.000 años

Dmanisi es otro lugar excepcional para el estudio de la evolución humana. Junto a una pequeña aldea del sur de la República de Georgia, se encuentra el yacimiento donde se han hallado los fósiles humanos más antiguos de Eurasia. Hasta cinco esqueletos muy completos permiten conocer el aspecto de los primeros seres humanos que pisaron el gran continente de Eurasia, hace aproximadamente 1.800.000 años. Mauricio Antón realizó la reconstrucción de la cabeza de uno de estos individuos, cuyo cerebro tenía la mitad de tamaño que el nuestro, aún carecía de huesos nasales capaces de proyectar su nariz, como sucede en especies más cercanas en el tiempo, y su estatura apenas rebasaba los 150 centímetros

Figura 4

Reconstrucción del aspecto de uno de los individuos del yacimiento de Dmanisi [República de Georgia] realizada por Mauricio Antón

El estudio del ADN conservado en algunos especimenes de neandertales recuperados en el yacimiento de El Sidrón, en Asturias, ha revelado que entre estos humanos había individuos con el pelo rojo y los ojos azules.  No olvidemos que los neandertales tienen raíces europeas en fechas tan remotas como 600.000 años; es decir, los neandertales vivieron en estas tierras mucho más tiempo que nosotros, que apenas llevamos unos 40.000 años dominando este continente y aún no hemos logrado ponernos de acuerdo en casi nada.

Los neandertales estaban perfectamente adaptados a la estacionalidad y a los inviernos con poca luz, que les permitió tener la piel clara y los ojos azules o verdes, sin que su salud peligrara.
Los profesionales de la reconstrucción de especies extinguidas no solo realizan una labor de divulgación extraordinaria, sino que nos ayudan a los científicos a reflexionar sobre nuestras conclusiones. Y, créanme, su trabajo tiene mucho de realidad y muy poco de ficción.