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En muy pocos años hemos asistido al nacimiento de formas cada vez más rápidas y eficaces para comunicarnos con los demás. Por ejemplo, el paso adelante que supuso la facilidad para transmitir información en tiempo record mediante el correo electrónico está dejando cada vez menos espacio al correo empaquetado en sobres de papel. No tenemos más que pensar en las felicitaciones que enviamos durante la Navidad, cuya forma tradicional persiste prácticamente por una cuestión de protocolo en los organismos públicos y privados. Mi interés no está en analizar la ventajas o los inconvenientes de las llamadas redes sociales, sino tratar de entender las razones de su creciente expansión.
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¿Porqué tiene tanto éxito una comunicación cada vez más sofisticada y con modalidades tan dispares? La respuesta es inmediata: quizá somos la especie de primate más social que nunca haya existido sobre el planeta. Es por ello que primero la telefonía fija y más tarde la telefonía móvil han tenido un enorme éxito en todas las sociedades con capacidad económica para utilizar tales tecnologías. Tenemos la imperiosa necesidad de comunicarnos. El éxito evolutivo de los grupos humanos que sobrevivieron en épocas remotas se basó en la cooperación, que precisa de un intercambio de datos sobre el medio: predadores, competidores, alimento, condiciones climáticas, refugios, etc., etc. Es importante recordar que el lenguaje (un tema importantísimo, sobre el que escribiré en más de una ocasión) es una forma de comunicación en homininos, que apareció hace quizá más tiempo del que imaginamos, pero no la única.

Las sociedades organizadas de manera compleja tenemos una creciente necesidad de información. Cierto es que podemos sobrevivir en una ciudad sin apenas comunicarnos, mendigando o recogiendo lo que le sobra a los demás;  o simplemente evitando conocer lo que sucede en el mundo (monjas de clausura). Pero si deseamos vivir plenamente integrados en la sociedad lo primero que precisamos es información. Parte de esa información es vital, mientras que otra es opcional. Sin embargo, nuestro genoma de primates sociales nos impulsa  casi de manera compulsiva a conseguir el mayor número posible de datos de nuestro entorno próximo y ahora también del entorno lejano. No podemos olvidar que vivimos en un mundo globalizado, en el que una guerra desarrollada a miles de kilómetros de distancia interfiere de alguna manera en nuestro bienestar. En definitiva, el éxito de las nuevas formas de comunicación y de las que están por llegar está garantizado, aunque ya estemos advertidos de los peligros que ello conlleva para nuestra propia intimidad.