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En mi último post comentaba la desazón de muchos científicos por el hecho de no conseguir una respuesta convincente sobre el momento en el que lenguaje articulado surgió en la genealogía humana. El lenguaje es una forma de comunicación muy especializada y compleja, capaz de transmitir una infinidad de mensajes. Es por ello que el lenguaje ha sido atribuido en exclusiva a nuestra especie, bajo la (falsa) premisa de que somos superiores a cualquier otra especie.

Mi colega en el proyecto Atapuerca, el Dr. Ignacio Martínez, dedicó varios años a estudiar la morfología de los cráneos del yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca, atribuidos por el momento a la especie Homo heidelbergensis. El hecho de que estos cráneos estuvieran tan completos y magníficamente conservados, le permitió albergar esperanzas de obtener respuestas al problema del lenguaje de esta especie estudiando su morfología. Ignacio estuvo a punto de arrojar la toalla como antes lo había hecho otros colegas, hasta que se le ocurrió la feliz idea de olvidarse del órgano fonador y dedicar esfuerzos al estudio del órgano receptor: el oído. El hecho de que en estos cráneos se hayan conservado milagrosamente una buena muestra de los huesecillos del oído medio, martillo, yunque y estribo, abría una puerta hasta el momento cerrada a las investigaciones.

Gracias a la colaboración con ingenieros acústicos, Ignacio Martínez fue capaz de reconstruir un audiograma de unos humanos que vivieron hace más de 400.00 años. El audiograma de Homo sapiens refleja nuestra capacidad para escuchar determinadas frecuencias. Aunque tengamos una audición perfecta, somos incapaces de escuchar ultrasonidos de muy alta frecuencia y sonidos muy graves. Nuestra mejor audición se concentra en el rango de 2 a 4 kilohercios, con independencia de la intensidad del sonido (en decibelios). Cuando hablamos emitimos sonidos con una frecuencia de entre 2 y 4 kilohercios. Podemos por ello afirmar que estamos bien adaptados al lenguaje, como uno de los caracteres humanos  por excelencia ¿Y los homininos de la Sima de los Huesos? Pues resultó que sus audiogramas se superponían prácticamente a los nuestros y se diferenciaban de manera clara de los audiogramas de los chimpancés, que se usaron de modelo de comparación.

Los chimpancés tienen una capacidad de audición distinta de la nuestra, por el hecho de estar adaptados a un medio ambiente completamente diferente. Si hace 400.000 años los humanos de entonces tenían una audición idéntica a la nuestra, no puede extrañarnos que el lenguaje fuera su forma habitual de comunicación. Puesto que sus cráneos tenían una configuración diferente a la de Homo sapiens, su lenguaje también tendría sus propias particularidades. Pero ahora sabemos que compartían sus mensajes, ideas y problemas diarios en la distancia corta.

Como se trata de una línea de investigación muy fructífera, cabe esperar que pronto se construyan audiogramas para especies más antiguas, si la suerte quiere que se localicen fósiles tan bien conservados como los de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Entonces ya podremos contestar a una pregunta que se resiste desde hace muchos años.