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La Navidad es tiempo de encuentros, celebraciones y regalos. También es tiempo para recordar acontecimientos importantes sucedidos hace unos 2.000 años antes del presente en cierta región del planeta. En la actualidad, esa región es fuente de graves conflictos armados. Esos conflictos, protagonizados cada vez por distintos contendientes, parecen perderse en la noche de los tiempos. Pero vamos por partes.

Desde el punto de vista geológico el llamado Corredor Levantino es una franja de territorio limitada al sur por zonas desérticas (Sinaí y Néguev) pertenecientes a la gran franja desértica del Sáhara, al norte por los montes Tauro, en la península de Anatolia, al oeste por el mar Mediterráneo y al este por los desiertos donde se ubican países como Siria y Jordania. Desde el punto de vista climático, este territorio tiene temperaturas suaves, precipitaciones escasas en el sur, que aumentan hacia el norte. En consecuencia, se observa una clara gradación norte-sur en la humedad y la vegetación. Durante las épocas interglaciares, el Corredor Levantino ha tenido un aspecto muy parecido al que conocemos hoy en día. En cambio, durante las fases glaciales, las precipitaciones aumentaban y toda la región se llenaba de bosques frondosos. El Corredor Levantino ha sido una ruta de dispersión en ambas direcciones para plantas y animales. En lo que refiere a los últimos dos millones de años, la dirección preferente ha sido de sur a norte, y los humanos hemos sido protagonistas de varios movimientos de población. El primero de ellos ocurrió hace unos dos millones de años, cuando colonizamos por primera vez los territorios de Eurasia.

Las investigaciones sobre las migraciones de las especies de mamíferos a través del Corredor Levantino han sido constantes desde hace años. Sin embargo, todos los expertos están de acuerdo en que esos movimientos migratorios fueron puntuales e interesaron a pocas especies. Es posible que las poblaciones del género Homo se movieran por el Corredor Levantino en las dos direcciones, pero es casi seguro que estas migraciones sucedieron también solo en contadas ocasiones durante en el último millón y medio de años. Las condiciones climáticas de los ciclos glaciales e interglaciares del Pleistoceno permitieron el rápido crecimiento de una barrera geográfica formidable entre África y Eurasia, formada por el gran desierto que recorre esta región del planeta desde la costa atlántica de África hasta la costa oeste de la península de Arabia. A pesar de esa barrera, y cuando las circunstancias ambientales lo permitían, el Corredor Levantino se tornaba en un verdadero cruce de caminos entre África y Eurasia, que tuvo una influencia decisiva en la expansión de nuestra propia especie hace unos 100.000 años. Aunque cada día existen más evidencias del paso de Homo sapiens por el estrecho de Bab-el Mandeb, al sur de la península de Arabia y entre los actuales países de Djibouti y Yemen, no cabe duda de la influencia del Corredor Levantino en nuestra expansión por todo el planeta.

Las evidencias más antiguas sobre la presencia de homininos en el Corredor Levantino datan de hace aproximadamente 1,5 millones de años, como las halladas en el yacimiento de Ubeidiya o en el de de Gesher Benot Ya´aqov (800.000 años), ambos en Israel, por poner solo un par de ejemplos de lugares antiguos de gran interés para la evolución humana. No obstante, si algún día cesan los conflictos en la región y sigue el interés por nuestros orígenes estoy convencido de que se encontrarán yacimientos aún más antiguos.

El Corredor Levantino es un ejemplo muy interesante, no solo de sucesos históricos recientes, sino también de acontecimientos cruciales para el devenir del género Homo Como dije más arriba, se trata de un zona de paso y de un cruce de caminos, dos circunstancias que conllevan conflicto y violencia, pero también intercambio de culturas. Por ejemplo, hace un par de años tuve ocasión de visitar el yacimiento de Qesem, situado a pocos kilómetros de Tel-Aviv. Buena parte de este yacimiento se salvó por los pelos de la construcción de una autopista y su antigüedad máxima se cifra en unos 400.000 años. La visita al yacimiento es un infierno de ruido de vehículos pasando a toda velocidad por la autopista; pero merece la pena comprobar como los humanos de aquel tiempo y lugar mantuvieron sus hogueras encendidas durante años, al estilo de lo que mucho más tarde hicieron los neandertales y los sapiens más arcaicos. La tecnología que se conserva en los niveles arqueológicos de Qesem recuerda a la que realizó el llamado Hombre de Cro-Magnon hace 30.000 años. Estas evidencias solo admiten una interpretación: el cruce de culturas y el intercambio de ideas son el motor que nos hace progresar a enorme velocidad. El aislamiento de muchos grupos humanos en África y Eurasia (como los ya famosos Denisovanos) ofrece muestras inequívocas de retraso tecnológico. Ese aislamiento puede ser beneficioso para vivir en tranquilidad, mientras que lo contrario es origen de conflictividad, pero también de riqueza cultural y tecnológica.

En definitiva, cuando llega la Navidad y me envían postales con imágenes de aquellas tierras, no puedo dejar de pensar en lo que la región supuso para la humanidad hace muchísimo antes de los 2.014 años de nuestro calendario.