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El Profesor Ian Tattersall junto al Museo de la Evolución Humana de Burgos.

El Profesor Ian Tattersall es un paleoantropólogo amable y tranquilo. En síntesis, se le puede definir como una buena persona, serio en su trabajo y con gran sentido del humor. Ian nació en Inglaterra, pero su infancia y buena parte de su vida transcurrieron en Madagascar. Aunque Ian realizó importantes investigaciones sobre los primates lemúridos de esta enorme isla africana varias circunstancias de su vida le llevaron a estudiar evolución humana en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Ian ya está retirado de sus obligaciones profesionales, pero sigue ligado al estudio de nuestros orígenes. Se le considera como el líder de los investigadores que defienden la existencia de una pluralidad de especies en el género Homo. Además, Ian suele participar como guía de turistas adinerados, que se interesan en conocer los lugares emblemáticos para la evolución humana. Por descontado, España es uno de los destinos preferidos dada la cantidad y calidad de nuestros yacimientos. Ian sigue viviendo en Nueva York, una ciudad enormemente atractiva, sorprendente y multicultural, en la que nadie puede sentirse forastero. Como en otras ciudades cosmopolitas Nueva York pueden ser el escenario de extraños sucesos.

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Entrada de la tienda Maxilla & Mandible, en la calle Columbus Avenue de Manhattan

Es fácil imaginar la cara de Ian Tattersall cuando Henry Galiano, el dueño de la tienda neoyorkina Maxilla & Mandible, le mostró la parte superior de un cráneo original de Homo erectus. El citado negocio abre sus puertas en Columbus Avenue, en Manhattan, a muy pocos metros del Museo Americano de Historia Natural y se dedica a la venta de fósiles, minerales y restos orgánicos esqueléticos de toda suerte de animales. Por cauces y motivos que nadie se atreverá nunca a revelar, aquel cráneo fósil llegó a las estanterías del establecimiento de Henry Galiano. Como gran conocedor de su negocio, Galiano se percató de que aquel fósil no era como los demás. Procedía de Indonesia y tenía toda la pinta de pertenecer a un hominino de aspecto muy primitivo. Por fortuna para la ciencia, Galiano se puso en contacto con Ian Tattersall y Eric Delson, otro reputado Profesor del Museo Americano de Historia Natural.

Los dos investigadores averiguaron que el fósil humano procedía del yacimiento javanés de Sambungmacan. La Isla de Java es muy rica en yacimientos del Pleistoceno, muchos conocidos desde finales del siglo XIX. Allí se han realizado hallazgos extraordinarios para el estudio de nuestros orígenes. En 2001 Ian Tattersall publicó junto al investigador Jeffrey Laitman un trabajo descriptivo del fósil de Nueva York  que, como no podía ser de otros modo, fue bautizado con el nombre de Homo erectus newyorkensis. El cráneo podría tener en torno a los 200.000 años de antigüedad. Su morfología parece ser intermedia entre la de las poblaciones de Homo erectus más antiguas de Java, obtenidos en yacimientos como los de Trinil y Sangiran, y la de las poblaciones más recientes de esta especie, procedentes del yacimiento de Ngandong. Poco más se puede decir sobre su antigüedad porque falta el contexto preciso de su hallazgo. En cualquier caso, aquel cráneo certificó que la especie Homo erectus vivió en esta región del planeta durante miles de años con muy pocos cambios anatómicos.

Con gran ceremonial, el cráneo de Sambungmacan fue devuelto por el gobierno norteamericano al gobierno de Indonesia. El propio Henry Galiano fue el encargado de entregar el fósil al Profesor Teuku Jacob, paleoantropólogo de la Facultad de Medicina de Gadjah Mada de Yakarta. El fósil de Manhattan pudo acabar en la estantería de algún coleccionista, pero no fue así. Sin embargo, la aportación científica de este fósil al estudio de la evolución humana es casi anecdótica. Los datos que hubieran podido ser obtenidos en el yacimiento habrían dado una validez extraordinaria al hallazgo. Esos datos son tan necesarios como el propio fósil para compreder su siginificado. Por desgracia, el mundo de la arqueología y la paleontología siguen todavía bajo la amenaza de los buscadores de tesoros naturales. El daño para la ciencia es irreparable.