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El autor junto a Eudald Carbonell a las puertas del Museo de Zhoukoudian, durante su visita a los yacimientos en 2004

Hace ahora diez años viajé por primera vez a Pekín con mi buen amigo Eudald Carbonell para asistir a un congreso internacional sobre evolución humana. Además de conocer una ciudad milenaria y escuchar a nuestros colegas, nuestro mayor deseo era visitar los famosos yacimientos de Zhoukoudian. Durante los años veinte y treinta del siglo XX este lugar fue testigo de hallazgos espectaculares para el conocimiento de nuestros orígenes. Los yacimientos de Zhoukoudian están situados a poco más de 40 kilómetros de la capital de China y en 1987 la UNESCO los declaró patrimonio de la humanidad. Aquel viaje representaba para nosotros una verdadera peregrinación a un lugar emblemático para los que nos dedicamos a esta apasionante profesión. Tengo que confesar que mi primer contacto con el mundo de la evolución humana, allá por el año 1974, fue precisamente lo que un catedrático de la Universidad Complutense de Madrid nos contó sobre los hallazgos en Zhoukoudian. En aquellos tiempos, hablar sobre evolución, y más aún sobre evolución humana, todavía era moralmente inaceptable en España. No puede extrañar que los primeros contactos con mi actual profesión tuvieran lugar a una edad tardía y solo gracias a cierta libertad de cátedra de la Universidad de entonces.

El congreso de Pekín fue un poco aburrido. Nuestros colegas chinos presentaron interminables ponencias en su propia lengua y sin traducción simultánea. China se estaba abriendo al mundo, pero su aislamiento de occidente era muy patente en el mutuo desconocimiento de nuestras lenguas. Aunque esta situación está cambiando y los jovenes científicos chinos comienzan a expresarse en inglés, no podemos olvidar que el chino es la lengua más hablada del mundo y que no tardaremos en incorporarla a nuestra cultura occidental. Nuestra presencia en aquel congreso respondía a la necesidad de empezar a descubrir un mundo desconocido para nosotros. Nuestra excelente relación con los colegas franceses que asistieron al evento hizo muy llevadera la primera parte del congreso, dedicada a las sesiones científicas. Además, nos esperaba la guinda final con el viaje a los yacimientos de Zhoukoudian.

Dejando a un lado la emoción de visitar un lugar mítico, la visita a Zhoukoudian me dejó una profunda decepción. En primer lugar, se notaba a primera vista un cierto abandono en todas las instalaciones. El Museo asociado a los yacimientos estaba obsoleto y poco cuidado. Lo mismo se podía decir de los paseos y jardines que te conducían hacia los lugares más importantes del lugar. Cuando un sitio lleva el sello de la UNESCO existe una gran responsabilidad por parte de los países en la tarea de mantener ese lugar en las mejores condiciones posibles. Se trata de preservar aquello que se considera patrimonio de todos, no solo de los ciudadadnos de un país determinado.
El guia nos condujo hacia la localidad 1, el lugar más importante de Zhoukoudian. Allí se habían producido los hallazgos más importantes. Esperábamos encontrar una parte de la secuencia estratigráfica de aquella localidad. Pero solo quedaba el impresionante agujero de unos treinta metros de profundidad y varias decenas de ancho y de largo donde una vez estuvo el yacimiento.

La inmensa cueva estaba totalmente vacía, con la excepción de algunos sedimentos pegados a una de la paredes de la cavidad. En poco más de quince años, los responsables de la excavación de Zhoukoudian habían eliminado a pico y pala centenares de metros cúbicos de uno de los sitios más importantes del mundo. Es evidente que en aquellos años solo se buscaban los fósiles más llamativos, dejando a un lado el resto de la información. Si en alguna ocasión me chocó la falta de datos y las dudas científicas sobre Zhoukoudian no tardé en comprender las razones. La mayor parte de la información contenida en los sedimentos que habían llenado la cueva durante miles de años había sido obviada por puro desconocimiento. No se trata de criticar a los responsables de la excavación. Simplemente en aquellos años se ignoraba mucho de lo que hoy se sabe sobre los métodos y las técnicas de excavación y ni tan siquiera se planteaba anotar unos datos que hoy en día hubieran sido fundamentales para conocer la historia evolutiva de China. Sin embargo, lo peor de la historia de Zhoukoudian llegó unos años más tarde.

La Colina del Hueso de Dragón era conocida entre los habitantes de la pequeña aldea de Zhoukoudian por la cantidad de huesos y dientes que aparecían en sus cuevas repletas de sedimentos. En aquellos años algunos de sus habitantes vivían del turismo. La venta de los “dientes de dragón” procedentes de la Colina representaba un buen negocio. Una vez más, el azar quiso que uno de esos dientes cayera en manos de un paleontólogo europeo. Así empezó todo.
En 1921, Otto Zdansky se desplazó a Pekín y comenzó las excavaciones en uno de los rellenos fosilíferos de Zhoukoudian. Los fósiles aparecían por centenares y entre ellos destacaban algunos que podían ser de humanos extinguidos. El anatomista canadiense Davidson Black fue el primero en llamar la atención sobre los fabulosos tesoros científicos de la Colina del Hueso de Dragón. En 1927 este investigador acuñó el nombre de Sinanthropus pekinensis, para nombrar a los fósiles de homininos que aparecían en aquel yacimiento del lejano oriente.

Las noticias sobre los descubrimientos en el yacimiento chino de Zhoukoudian fueron llegando poco a poco a los congresos científicos que se celebraban en Europa. Los fósiles humanos atrajeron la atención de reputados científicos, como Pierre Teilhard de Chardin y Franz Weidenreich. En aquellos años era muy difícil interpretar aquellos hallazgos, porque apenas se disponía de un puñado de fósiles en Europa. Faltaban conocimientos en paleontología y geología y las técnicas de datación estaban aún por desarrollarse. Pero los cráneos humanos y los fósiles de otros mamíferos encontrados en Zhoukoudian eran sin duda muy primitivos. Se barajó entonces la posibilidad de que los fósiles tuvieran hasta medio millón de años de antigüedad. Las estimaciones no eran equivocadas.

En 1929, la dirección arqueológica del yacimiento pasó a manos de Yang Zhongjian y de Pei Wenzhong. Los fósiles humanos de Zhoukoudian tenían rasgos en común con la calota craneana encontrada a finales del siglo XIX por Eugène Dubois en la Isla de Java, pero también había diferencias observables a simple vista. De ahí que la numerosa colección de Sinanthropus pekinensis se convirtiera en foco de atención mundial durante años en detrimento del cuestionado Pithecanthropus erectus de Dubois. En 1950 y con independencia de su antigüedad, todos los fósiles pleistocenos de China y de Java fueron incluidos en la especie Homo erectus.

Las primeras excavaciones de Zhoukoudian terminaron en 1937. Apenas una quincena de años para extraer centenares de toneladas de sedimentos de las cuevas de la Colina del Hueso de Dragón. Como explique más arriba, la cueva principal quedó prácticamente vacía. El autobús que nos llevó de excursión al yacimiento hubiera podido aparcar en su interior sin mayores problemas.
Los mejores fósiles de Zhoukoudian se fueron acumulando, al mismo tiempo que se estudiaban con cierta rapidez. Algunos datos sugerían la ocupación de la cueva durante largos períodos de tiempo y el uso intencionado del fuego. La rapidez de las excavaciones nunca lograron certificar la presencia de hogares. Pero la segunda guerra mundial estaba en ciernes y las excavaciones se paralizaron. En 1941, los acontecimientos de la guerra y la sensibilidad de los responsables de la cultura de China permitieron poner a salvo algunos de sus mejores tesoros. Nadie sabe a ciencia cierta que sucedió con el cargamento de fósiles que el gobierno chino trató de proteger en Estados Unidos ante la invasión japonesa. La historia más repetida habla del hundimiento del buque que transportaba los fósiles por un submarino japonés. Pero nada se da por seguro. Esta es un larga historia, que ha llenado las páginas de algún libro y muchos artículos de revistas. Lo cierto es que apenas nos han quedado las descripciones de los fósiles, algunas fotografías, dibujos de los fósiles y algunas réplicas en escayola de escasa calidad. Las excavaciones posteriores en Zhoukoudian nunca tuvieron la repercusión de las que se llevaron a cabo en un principio.

Como he tenido ocasión de explicar en este blog, China es un país enorme con un potencial extraordinario para conocer la primera expansión de los homininos fuera de África y su evolución en el gran continente eurasiático. Nunca sabremos lo que se perdió en Zhoukoudian, pero estoy convencido de esa información se recuperará en otros muchos lugares del gigante asiático.