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El ídolo de Tara, que se relaciona con el culto a la fertilidad, fue hallado en Gran Canaria, probablemente en el poblado prehistórico de Gáldar

Hace 36 años mi directora de tesis me propuso realizar un estudio antropológico sobre los primeros pobladores de las Islas Canarias. Mi primer deseo había sido investigar algún aspecto de la evolución humana. Corría el año 1979 y el registro fósil español constaba de unos cuantos neandertales y de los 16 fragmentos encontrados por el investigador Trinidad de Torres en el yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca.

En aquellos años realizar una tesis doctoral sobre evolución humana en España era casi una utopía y no solo por la falta de material, sino porque resultaba complicado conseguir bibliografía, réplicas de fósiles humanos o dinero para viajar a países lejanos. No teníamos relaciones internacionales y los pocos fósiles humanos con los que contábamos habían sido estudiados por investigadores de otros países. Así que con mi beca de 21.000 pesetas mensuales (unos 126 €) y sin cobertura de la seguridad social me embarqué en una aventura que se me antojaba complicada, pero no imposible.

Me informé sobre la antigüedad de los aborígenes de Canarias, cuyas dataciones más antiguas no superaban los 3.000 años, y sobre la existencia de magníficas colecciones óseas en sendos museos de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. Había muy pocos estudios antropológicos sobre esta población, destacando sobre todos ellos el que realizó la investigadora alemana Ilse Schwidetzky (1907-1997). Cuando tuve en mis manos el minucioso tratado de esta investigadora sobre los aborígenes canarios no conocía su pasado ideológico relacionada con el mundo de la Alemania nazi. Aquel tratado todavía estaba influido por las llamadas “tipologías raciales”, que no fueron superadas hasta finales de los años ochenta del siglo XX.

Pero esto no fue lo que más me llamó la atención del trabajo que estaba a punto de iniciar, sino los enigmas, misterios y leyendas que rodeaban el origen y el destino de los primeros pobladores de las Canarias. Confieso mi fascinación por aquellas lecturas, que pronto me hicieron olvidar la frustración inicial por no poder acercarme al mundo de la prehistoria más antigua. Los cinco años que transcurrieron hasta que defendí mi tesis doctoral sobre la antropología dental de los aborígenes de Canarias están plagados de anécdotas inolvidables. Pienso que mis frecuentes visitas a las Islas, ya como turista, tienen un plus de magia imposible de captar si solo se busca el disfrute de la gastronomía, el paisaje cautivador, las playas o el clima envidiable de Canarias.

Las crónicas de la conquista de Canarias en el siglo XV recogen relatos reales, pero también tienden hacia la fantasía y han dado lugar a leyendas desmentidas por la ciencia. Por ejemplo, la teoría de la práctica desaparición de los aborígenes no solo fue desmontada por Ilse Schwidetzky en sus trabajos sobre la población actual, sino que las recientes investigaciones sobre el genoma de los habitantes del archipiélago han demostrado una persistencia más que notable de los descendientes de los aborígenes de Canarias.

El poder de resolución de los métodos antropológicos y matemáticos empleados en la década de 1960 ya permitió establecer diferencias entre los aborígenes de Gran Canaria y los de Tenerife. Los resultados de mi trabajo sobre las morfología dental confirmaron esa hipótesis. Los guanches habitaron en Tenerife y La Gomera. Y aunque esa denominación se ha aplicado de manera popular y simplista a todos los aborígenes de Canarias, hoy día se tiene constancia de que cada isla estuvo habitada por tribus diferentes. Los “majoreros” poblaron Fuerteventura y Lanzarote; los “canarios” vivieron en Gran Canaria, los “bimbaches” en El Hierro y los “auritas” en La Palma. Cada tribu tuvo sus particularidades antropológicas, culturales y lingüísticas, pero con un sustrato común, cuyo origen se sitúa en el mundo bereber del norte de África.

Las investigaciones arqueológicas nos mostraron hace muchos años el paralelismo entre la cultura de los aborígenes de Canarias y la de ciertos pueblos del norte de África. Las investigaciones sobre el ADN nuclear y mitocondrial han confirmado el origen norteafricano de los primeros pobladores de las Islas Canarias y la diversidad de los antiguos habitantes de casa isla. Sin embargo, el enigma sobre el modo en el que se produjo el poblamiento del archipiélago seguirá planeando sobre las investigaciones de la prehistoria de las Islas Canarias. La arqueología ha constatado la total ausencia de datos que permitan siquiera pensar en sistemas rudimentarios de navegación. Las evidencias se empeñan en demostrar que los aborígenes de Canarias vivieron durante cientos de años de espaldas a un océano que los rodeaba por todas partes.