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El estudio del ADN antiguo (paleogenética), obtenido con grandes dificultades en unos pocos fósiles, lleva más de una década ofreciendo resultados espectaculares. La suma de esos resultados al progresivo conocimiento del genoma humano actual nos sorprende cada poco tiempo con nuevos avances. Es evidente que estamos ante un aspecto de la ciencia muy joven, con capacidad de seguir progresando durante muchos años. Sin embargo, no todo consiste en analizar a ciegas esos resultados. Los expertos en ADN antiguo han de guiarse e inspirarse en que los arqueólogos, geocronólogos o paleontólogos van averiguando sobre los yacimientos arqueológicos, sobre los propios fósiles o sobre la variabilidad de las poblaciones recientes.

Este ha sido el caso de un trabajo publicado el 21 de abril en la revista de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos (PNAS). En la última década se han hallado varios yacimientos en el sur de la península de Arabia, datados por los expertos en  unos 130.000 años. Si los datos son correctos, se puede proponer una primera expansión de nuestra especie muy anterior a la reconocida en un principio (hace unos 50.000 años) y ocurrida por el estrecho de Bab el-Mandeb, situado entre los actuales estados de Djibouti, en África y Yemen en el sur de la península de Arabia. Este paso habría requerido ciertas capacidades para la navegación, a pesar de la corta distancia entre África y Asia por esta región. La ruta de la primera expansión habría seguido por el estrecho de Ormuz hacia el sur de la India y ahí hacia el sudoeste asiático. La segunda expansión habría sucedido a través de Corredor Levantino, donde los humanos modernos encontraron la oposición de los Neandertales durante miles de años antes de conseguir su propósito.

Estos resultados no son contrarios a la teoría del origen único de nuestra especie en una población subsharariana, cuya antigüedad estaría en torno a los 200.000 años. No obstante, los autores del último trabajo en la revista PNAS reconocen que la antropología clásica tiene todavía mucho que aportar en el reconocimiento de las poblaciones recientes de nuestra especie. Pese a que la variabilidad genética de Homo sapiens es pequeña debido a nuestro origen tan reciente, tenemos que reconocer que la variabilidad fenética (el aspecto externo) de muchas poblaciones recientes, relativamente próximas desde el punto de vista geográfico, es muy distinto.

Es por ello que se propone una primera expansión por Bab el-Mandeb, que siguió la ruta del sur de Asia para colonizar el continente australiano y las islas de Melanesia. La segunda expansión a través del Corredor Levantino seguiría preferentemente la ruta europea y un nuevo camino hacia Asia, pasando por el norte de la cordillera del Himalaya. Las dos expansiones llegaría a encontrarse y, por supuesto, a mezclarse entre sí dando lugar a nuevas poblaciones y borrando en muchos casos (pero no siempre) la evidencias genéticas de la primera expansión. Este escenario explicaría las diferencias de ciertos polimorfismos genéticos entre las poblaciones actuales. Si a ello sumamos los genes que fuimos incorporando de nuestro contacto con poblaciones antiguas (por ejemplo los Denisovanos o los propios Neandertales) en nuestra expansión por el planeta, podemos comprender que la todavía corta historia evolutiva de Homo sapiens es mucho más compleja de lo que se consideró hace tan solo 25-30 años, cuando se propuso la teoría de la Eva mitocondrial.