Seleccionar página

Reconstrucción de la cara de Ardipithecus kadabba (izquierda) y Ardipithecus ramidus.

En el género Ardipithecus se reconocen dos especies: Ardipithecus kadabba, encontrada por Johannnes Haile-Selassie en Etiopía y datada entre 5,8 y 5,2 millones de años, y Ardipithecus ramidus, hallada por el equipo de Timothy White también en Etiopía y con una cronología de entre 4,4 y 4,1 millones de años. Los expertos sugieren que la primera especie dio origen a la segunda.

De Ardipithecus kadabba existe muy poca información. Apenas se han recuperado unos cuantos dientes y varios fragmentos del esqueleto postcraneal. Se ha constatado que su canino y su primer premolar tenían un aspecto muy similar al de los simios antropoideos. El juego de oclusión entre el complejo formado por el primer premolar y el canino (complejo P3/C) tanto del maxilar como de la mandíbula es prácticamente idéntico al de los chimpancés. Se trata de un claro indicio de que nos encontramos muy cerca del antepasado común de la genealogía de los chimpancés y la de los homininos. Los restos del esqueleto postcraneal están muy deteriorados, pero todas las evidencias sugieren locomoción bípeda. De no ser por esta información casi podríamos decir que Ardipithecus kadabba estaba más relacionado con los chimpancés que con nuestro linaje evolutivo.

Modo de oclusión entre los caninos y el segundo premolar (complejo C/P3) en Ardipithecus kadabba y Pan troglodytes.

Modo de oclusión entre los caninos y el segundo premolar (complejo C/P3) en Ardipithecus kadabba y Pan troglodytes.

La segunda especie cuenta con una buena colección de ejemplares fósiles bien preservados, encontrados desde los primeros años 1990. No cabe duda sobre la locomoción bípeda de Ardipithecus ramidus, porque se conserva parte de la pelvis del esqueleto del individuo etiquetado como ARA-VP-6/500. Pero, ¿cómo era ese bipedismo?, ¿se parecía al nuestro o podemos encontrar matices? El íleon de la pelvis de esta especie tiene la inconfundible morfología de un primate bípedo. El isquion y el pubis tienen más similitudes con los de los chimpancés, pero solo nos hablan de la potencia de los músculos isquiotibiales y de las notables capacidades trepadoras de Ardipithecus ramidus,

El pie de esta especie es muy particular. El dedo pulgar se articula con los demás formando un ángulo de 90 grados, como sucede con el dedo pulgar de nuestra mano. Además, los dedos del pie son mucho más largos que los nuestros. En otras palabras, la disposición del dedo “gordo” y la longitud de los demás dedos del pie de Ardipithecus ramidus parece decirnos que este hominino era sin duda un buen trepador y que posiblemente no utilizaría la locomoción bípeda de forma continuada. Parece una contradicción con la morfología de la pelvis. Sin embargo, cuando Owen Lovejoy estudió a fondo la anatomía de los huesos del pie observó aspectos de gran interés. Es importante señalar que este investigador es el mayor experto del mundo en estas cuestiones.

Ardipithecus ramidus disponía de hueso peroneo, un elemento accesorio ausente en la pata trasera de los chimpancés y vestigial o ausente en el pie de la población humana actual. Este hueso se articulaba en Ardipithecus ramidus con el hueso cuboides y permitía una gran facilidad de movimiento del dedo pulgar, gracias a la acción del músculo fibularis longus. Ardipithecus ramidus tenía un tamaño similar al de los chimpancés y posiblemente trepaba con enorme facilidad por las ramas más resistentes cuando era necesario. Además, los demás huesos del pie le conferían una cierta rigidez para hacer palanca sobre el suelo. Así que Ardipithecus ramidus era una especie “todo terreno”, que podía caminar sobre sus piernas cuando era necesario, pero también podía pasar horas comiendo en las ramas más resistentes.

huesos-pie

Huesos del pie de Ardipithecus ramidus y su correspondiente reconstrucción.

Ahora bien, Lovejoy nos explica que Ardipithecus ramidus no podía correr como los hacemos nosotros y ganar cualquier carrera olímpica. Esta deducción, obtenida del estudio de los huesos del pie, sugiere que Ardipithecus ramidus no podría abandonar con frecuencia la protección de los bosques, que en aquella época poblaban el este de África. Su dificultad para correr con rapidez podría convertirlo en una presa fácil. Por todo ello, parece descartarse definitivamente la idea de que la bipedestación de los homininos surgiera en ambientes abiertos, ante la necesidad de realizar largos desplazamientos en busca de alimento.

La postura erguida y la bipedestación pudieron ser una de tantas adaptaciones de los primates de ambientes cerrados. Es muy probable que nuestro antecesor común con los chimpancés fuera también un “peso pesado” de los bosques africanos, que se escindió en dos poblaciones a lo largo de la inmensidad de las selvas africanas. Una de esas poblaciones adoptó la postura erguida sin entrar en competencia con la otra, y dio lugar a la geneaología humana. Solo mucho más tarde, cuando las sabanas dominaron buena parte de la geografía africana, la bipedestación tomó un protagonismo definitivo y se abandonaron las prácticas trepadoras.