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Labores preliminares de limpieza de sedimentos caídos por la fuerte pendiente del monte donde un día se ubicó la cueva de Hualong.

En el post anterior refiero las circunstancias de nuestro último viaje a China y las experiencias en la cueva de Daoxian, en el sur de China. Remito a los lectores a ese texto, para evitar repeticiones.

El regreso al aeropuerto de la capital de la provincia de Hunan fue complicado debido a las lluvias torrenciales. Nuestros anfitriones del instituto de Pekín habían decidido dejar para el final la visita al yacimiento de Hualong, en el centro de China, precisamente por el anuncio de fuertes lluvias a finales de Octubre en esas regiones. No se equivocaron en sus planes. Las lluvias se desplazaron hacia el sur justo el día que abandonamos los pueblecitos de la provincia de Hunan, donde pudimos disfrutar del paisaje y el calor de sus habitantes, todos ellos agricultores de vida muy sencilla. Nada que ver con las grandes urbes, millonarias en habitantes, vehículos y sustancias tóxicas en su irrespirable y densa atmósfera.

Cuando se viaja por China puedes darte cuenta del enorme tamaño de ese país. Si en España utilizamos ahora trenes de alta velocidad para recorrer “largas distancias”, en China necesitas usar alguna de la varias compañías aéreas que te llevan en varias horas del norte al sur o del este al oeste y viceversa. Y para alcanzar lugares más recónditos, donde suelen localizarse los yacimientos que nos interesan, puedes utilizar autopistas interminables o carreteras secundarias. Por fortuna, el yacimiento de Hualong está bien comunicado con la ciudad de Hefei (cerca de 10.000 millones de habitantes) por una buena autopista.

La doctora María Martinón junto a varios colegas de China.

La doctora María Martinón junto a varios colegas de China.

En Hualong se trabaja desde hace poco tiempo. Hace unos años, un arqueólogo encontró en ese lugar un fragmento de cráneo y un diente de alguna especie humana, junto a varios restos de vertebrados fósiles. Nuestros anfitriones tomaron entonces la decisión de explorar este nuevo y prometedor sitio, cuya datación se ignora por el momento. No obstante, el instinto y la experiencia nos dictan que en aquel lugar pudo habitar la especie Homo erectus hace al menos medio millón de años. En Hualong hubo una cueva, cuyo techo está parcialmente derrumbado. Sus sedimentos fueron arrastrados por la lluvia hacia el lugar donde han comenzado los trabajos. Entre los restos recuperados somos capaces de identificar dientes de rinocerontes, cérvidos de talla media y grande, elefantes y otras especies extinguidas. Nuestras discusiones se centran en saber si se trata de una carnicería producida por seres humanos o por carnívoros. Nuestras observaciones nos llevan a la segunda opción, porque en los lugares donde acamparon nuestros ancestros no es habitual encontrar restos humanos y apenas hemos sido capaces de distinguir alguna herramienta (con dudas) entre varios centenares de hallazgos. El tiempo y los expertos lo dirán. Los restos de cráneo y los dientes humanos tienen la robustez característica de Homo erectus. Sabemos que este lugar tardará en ser bien entendido, pero no pasará mucho tiempo para ver alguna publicación preliminar en la que se describa el lugar y los restos encontrados. Cuando eso suceda, veremos la figura del canino humano encontrado en Hualong el primer día de nuestra visita, que supuso un torrente de adrenalina para todos los presentes.

Pero como sucedió en nuestro viaje a la cueva de Daoxian, los recuerdos más entrañables nos quedarán siempre de la increíble acogida de los habitantes de la pequeña aldea donde se encuentra el sitio de Hualong. Aunque la comida china resulta siempre extraña al paladar de un europeo, será difícil volver a saborear los alimentos naturales, exquisitamente cocinados, que nos ofrecieron durante esta visita. Prometimos volver.