Acaba de finalizar la trigésimo séptima campaña de campo en los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Después de tres años complicados por la crisis económica, 2015 ha vuelto a recuperar el pulso normal del trabajo de campo. La campaña de este año ha durado 40 días y ya se acerca a las seis semanas de épocas mejores. El trabajo de campo de 2015 no ha deparado descubrimientos extraordinarios, pero si ha dejado el buen sabor de boca que supone regresar a la normalidad. La intensidad del trabajo y la ilusión han llegado de nuevo al equipo de excavación. Esa es la mejor noticia.
Por descontado, cada yacimiento ha seguido ofreciendo hallazgos de enorme interés para conocer mejor el medio en el que vivieron nuestros ancestros y se ha progresado de manera especialmente notable en la localización de las cavidades próximas a los yacimientos clásicos. Las técnicas mejoradas de georradar y tomografía por resistividad eléctrica, junto a dos sondeos mecánicos permiten albergar fundadas esperanzas de localizar nuevos yacimientos. Es el futuro, que ya está llegando.
En posts anteriores he señalado diferentes aspectos de algunos de los rellenos fosilíferos en explotación. Sin embargo, nada he contado sobre el ya mítico yacimiento de la Sima de los Huesos. Durante la campaña de 2015 se ha vuelto a impulsar el deseo de localizar una antigua entrada a la Cueva Mayor, por la que los humanos de hace 430.000 años llegaron hasta la boca de la Sima de los Huesos. El recorrido actual hasta este yacimiento tiene una longitud de casi un kilómetro de galerías, algunas muy angostas. Aunque las excavaciones en la sierra de Atapuerca pueden darnos todavía alguna sorpresa, por el momento no se ha encontrado ni una sola evidencia del uso del fuego en los campamentos del Pleistoceno Medio. Los humanos de hace 430.000 años no pudieron acceder a la boca de la Sima de los Huesos utilizando el mismo camino que recorremos nosotros, simplemente porque es necesario hacerlo con iluminación.
A comienzos de los años 1980, el profesor Emiliano Aguirre intentó localizar una vieja entrada, retirando los sedimentos que cubren el techo de la cueva. Su plan era muy lógico, pero prácticamente imposible de llevar a cabo. El objetivo de eliminar miles de toneladas de sedimentos depositados en aquella zona de la ladera oeste de la sierra de Atapuerca durante casi medio millón de años era una verdadera utopía. Bajo su dirección se llevó a cabo una enorme excavación de unos 100 metros cuadrados y solo se consiguió vaciar un espacio conocido como “la piscina”. La profundidad de esta excavación (unos tres metros) no llegó siquiera a contactar con el techo de la cueva. Por fortuna, el futuro ha llegado y las nuevas técnicas permitirán localizar con poco esfuerzo y gran precisión viejas cavidades rellenas, que cegaron la entrada original. Con paciencia se podrá tener una visión en tres dimensiones de la superficie situada en la vertical de la Sima de los Huesos. Si es así, se podrán realizar perforaciones mecánicas y tal vez una excavación de dimensiones razonables en el lugar adecuado.
En 2015 una de las zonas del yacimiento de la Sima de los Huesos, donde durante años se han localizado centenares de fósiles humanos, ha tocado a su fin. El regalo final de este lugar ha sido parte del hueso frontal de un nuevo cráneo. Quedan otras zonas de excavación, que a buen seguro seguirán incrementando la colección de fósiles de homínidos de la Sima de los Huesos. No obstante, los datos recopilados hasta el momento sugieren la pérdida parcial de varios esqueletos humanos durante la excavaciones incontroladas previas al primer hallazgo de carácter científico realizado por el paleontólogo Trinidad de Torres en 1976. Durante más de setenta años una parte del yacimiento fue literalmente destruido por personas que desconocían el enorme valor científico de la Sima de los Huesos. Aquellas personas solo buscaban un trofeo para demostrar su valentía al acceder hasta el fondo de la cavidad, sin más ayuda que una cuerda atada a la cintura.
Puesto que siempre es mejor ver el vaso medio lleno, cabe felicitarse por haber salvado para la ciencia la mejor colección del mundo de fósiles humanos del Pleistoceno Medio de Eurasia. Esta colección merece un nombre propio. Su inclusión en la especie Homo heidelbergensis en los años 1990 fue una solución de compromiso, que ya ha sido desestimada. Si los genetistas son capaces de recomponer una parte importante del ADN nuclear de los fósiles de la Sima de los Huesos–como ya se ha conseguido con el ADN mitocondrial- habrá una base muy sólida para conocer el origen de esta población y su relación con otros homínidos europeos contemporáneos. En mi opinión, el hecho de que una muestra de cerca de 7.000 fósiles tenga que referenciarse a especímenes aislados encontrados durante el siglo XX, casi siempre carentes de una cronología segura (Mauer, Swanscombe, Steinheim, Ceprano, etc.), tiene poco sentido. Esos 7.000 fósiles de la Sima de los Huesos tendrían que ser la referencia necesaria para los demás. La mentalidad de los científicos que estudian la evolución humana de nuestro continente tendrá que cambiar, si queremos resolver una puzzle cada vez más complicado. Las esquinas y los bordes de ese puzzle se encuentran en el registro de la Sima de los Huesos.
Los miembros del equipo de excavación Atapuerca ya están de vacaciones o preparando el trabajo de campo en otros lugares. Todos esperamos con ilusión la campaña del próximo año en la sierra de Atapuerca, en la que quizá podamos contar algún hallazgo fuera de lo común.
Comentarios recientes