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Hace cinco años, el investigador sudafricano Lee Rogers Berger y varios colegas presentaron la nueva especie Australopithecus sediba. Esta especie, datada entre 1,8 y 2,0 millones de años, fue recibida con gran expectación por la comunidad científica. La publicación en “Science” causó sensación, porque se presentaba el australopiteco más reciente encontrado hasta ese momento, en un contexto muy claro. Tuve ocasión de felicitar personalmente a Lee Berger en un congreso celebrado en 2014 en Francia por su magnífico hallazgo y su excelente publicación. Me pareció una persona sumamente agradable y cercana. De ahí que sienta una especial predisposición positiva hacia la nueva información que este científico  acaba de presentar ante los medios de comunicación sobre una nueva especie del género Homo. Eso no quita que tenga mis reparos sobre las conclusiones de este hallazgo y que expongo a continuación.

El investigador Lee Berger posando con la réplica de un cráneo de Homo naledi.

La noticia de la presentación de la nueva especie, Homo naledi, me llegó durante la celebración del congreso de la Sociedad Europa para el estudio de la Evolución Humana (ESHE) el pasado 10 de septiembre en Londres. No tenía más información que la propia noticia y no tenía forma de conseguirla más que a través de los rumores que corrían entre los asistentes al congreso. Había dejado mi ordenador personal en Burgos, para evitar perder tiempo en los controles de los aeropuertos. Finalmente pude atar algunos cabos. Recordé entonces que hace algo más de dos años Lee Berger había lanzado una llamada internacional para buscar personas dispuestas a meterse en cuevas profundas, con experiencia en espeleología y de complexión menuda. Una de las compañeras del proyecto Atapuerca (la espeleóloga Ana Isabel Ortega) presentó su candidatura, pero no fue elegida.

Es evidente que Lee Berger tenía algo importante entre manos. Los rumores que nos llegaban de un hallazgo excepcional corrían como la pólvora. Pero no había manera de averiguar con certeza lo que sucedía. Ahora ya podemos saber que varios espeleólogos sudafricanos habían localizado varios esqueletos fósiles en el interior de la denominada Cámara Dinaledi, del sistema cárstico de “Rising Star” en Sudáfrica. Se trata de una cavidad muy profunda, casi inaccesible, en el área de donde se localizan otros yacimientos famosos. En conjunto forman el área denominada “Cuna de la Humanidad”, declarada como lugar Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Berger montó un proyecto internacional para extraer estos fósiles del interior del sistema cárstico. Encontró un equipo de jóvenes dispuestos a jugarse el pellejo y montó una infraestructura que permitiera realizar el trabajo de extracción de manera controlada, incluyendo cámaras de televisión. Y lo consiguió.

Los fósiles recuperados son realmente extraordinarios. Cerca de 1.550 restos de unos 15 individuos, con un cráneo pequeño y redondeado, que albergaba un cerebro de poco más de 500 centímetros cúbicos. Homo naledi incluye características similares a las observadas en los Homo más primitivos junto con un cuerpo pequeño que recuerda al de los australopitecos en la forma del tronco, hombros, pelvis y extremidades inferiores. En cambio, el brazo y la mano recuerdan más a los ejemplares del género Homo con capacidad perfecta para la pinza de precisión. Los dientes son relativamente simples y pequeños, más afines al género Homo que a los de los australopitecos. En definitiva, un verdadero “mosaico” de caracteres arcaicos junto a rasgos más progresivos. Berger y su equipo parecían estar ante una forma de hominino desconocida hasta el momento, que no dudaron en incluir en una nueva especie del género Homo. Sin embargo, lo que más nos sorprendió era el hecho de que esta especie no se hubiera publicado con todos los honores bien en “Science”, bien en “Nature”. Su publicación en “eLife” no parecía el cauce más habitual. Y todo ello sin restar importancia a una revista científica muy apreciada por especialistas de muchos ámbitos de la ciencia.

La respuesta a este dilema es que, desafortunadamente, los fósiles han aparecido sin contexto alguno. No se encuentran en niveles estratigráficos ni asociados a restos fósiles de animales, que pudieran dar una pista sobre su antigüedad (biocronología). Tampoco hay industria lítica. Y la peor noticia es que no ha sido posible, al menos por el momento, obtener ni una sola datación (geocronología). No se encuentran capas de roca por encima o por debajo de los fósiles susceptibles de ofrecer algún dato. Sin esa información es imposible saber donde podemos ubicar esta especie. Las comparaciones con otros fósiles se han realizado con cierto detalle y llegarán nuevos estudios. Pero si los responsables del hallazgo han sido incapaces de encontrar una solución para datar los fósiles me temo que pasará mucho tiempo sin que los podamos situar en algún lugar del árbol (o mejor del arbusto) de la evolución humana. Confiemos en que pueda aplicarse algún método de datación directo en los fósiles. Y si no lo hay alguien tendrá que innovar en este campo. No se puede perder una información tan valiosa. La morfología de los fósiles es útil para tener una cierta idea de su antigüedad. Los fósiles de Homo naledi podrían tener dos millones de años o incluso ser más antiguos. Pero no podemos confiar solo en nuestra intuición y experiencia. Sin dataciones los fósiles de la Cámara de  Dinaledi quedarán en un limbo muy incómodo.

Por último, la propuesta de Lee Berger de que los humanos hallados en esta cavidad pudieron ser arrojados por otros humanos es interesante, pero totalmente especulativa y poco creíble. Se trata de la misma hipótesis que defendemos para la acumulación de esqueletos en la Sima de los Huesos de Atapuerca. La diferencia estriba en que la Sima de los Huesos tiene una datación muy fiable (430.000 años), un contexto muy claro y una herramienta increíblemente bien conservada, de extraordinaria belleza (Excalibur), asociada a los esqueletos. Esta hipótesis ha sido rechazada casi de manera sistemática por la comunidad científica, dada la antigüedad de los humanos de la Sima de los Huesos. ¿Por qué hemos de confiar ahora en la propuesta de Lee Berger, sabiendo que Homo naledi podría cuadriplicar la antigüedad de los humanos de la Sima de los Huesos? Sinceramente, pienso que Lee Berger ha lanzado una especulación arriesgada y sin ningún tipo de evidencia. Los restos pudieron llegar a esa cámara tras el colapso de la cueva, procedentes de otro lugar del sistema de cavidades de “Rising Star”. Tendremos que tener paciencia y esperar nuevas publicaciones.