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Hace menos de un mes que el profesor Lee Berger y un nutrido grupo de especialistas publicaron en la revista “eLife” las primeras descripciones de homininos fósiles hallados en la cueva de Dinaledi, en Sudáfrica, bautizados con el nombre de Homo naledi (ver post de 22 de septiembre). Durante estas semanas he tenido ocasión de leer algunas críticas muy duras sobre las conclusiones de estos autores, debido a la total ausencia de contexto y de dataciones.

Aspecto interno y externo de la mano derecha de Homo naledi. Fuente: Nature Communications.

También he tenido ocasión de leer algunos titulares sorprendentes en los medios de comunicación, que confunden a la opinión pública. Que a estas alturas siga utilizándose la expresión “eslabón perdido” solo pretende llamar la atención de los lectores. Este término, acuñado a finales del siglo XIX por el médico holandés Eugène Dubois, respondía a la falta de información y de conocimientos de aquella época. Nuestra genealogía puede asimilarse más bien a un arbusto bien poblado de ramas enredadas entre sí. Tan solo tenemos que pensar en la cantidad de fósiles humanos diferentes hallados en África en las dos últimas décadas y en la dificultad para encontrar relaciones entre ellos. El hecho de que los genetistas hayan podido averiguar que los neandertales y los humanos modernos hibridamos de manera puntual, cuando nuestros caminos habían divergido hace posiblemente un millón de años, nos puede dar una idea de la complejidad de las relaciones entre los homininos del pasado. La genealogía humana está compuesta de muchos eslabones, algunos seguramente entrelazados. Y ninguno se ha perdido. Ese arbusto complejo puede seguirse desde hace cinco millones de años. Faltan muchas piezas de un puzzle complejo, pero solo es cuestión de tiempo que vayan apareciendo. Aún nos llevaremos sorpresas, por supuesto. Pero el edificio ha tomado forma y empieza a ser consistente.

De hecho, la especie Homo naledi (que muchos no reconocen) nos habla de la transición entre los australopitecos y los primeros representantes del género Homo. Esta hipótesis se planteó hace ya muchos años. La pertenencia a este género de las especies Homo habilis y Homo rudolfensis ha sido cuestionada por algunos expertos basándose en su modelo de desarrollo. Si los “habilis” y los “rudolfensis” fueran excluidos del género Homo solo cabría la posibilidad de acogerlos en el género Australopithecus. Este hecho nos viene a decir que existe una delgada raya roja entre los dos géneros. En esa raya podría estar la especie Homo naledi, cuyo cerebro no tenía más de 500 centímetros cúbicos y cuyo esqueleto postcraneal presenta un aspecto intermedio entre los australopitecos y los primeros Homo

En sendos artículos publicados en la revista “Nature Communications”, algunos de los autores de la especie Homo naledi explican las características del pie y de la mano de estos nuevos homininos. Los dos artículos confirman las explicaciones previas en la revista “eLife”. Las manos de los “naledi” podían manipular objetos con precisión, gracias al desarrollo y fuerza del dedo pulgar. En este rasgo, los “naledi” pueden compararse con nosotros. Aún así, las falanges tenían cierta curvatura en la diáfisis, que permite asumir la capacidad para trepar con facilidad, como lo hacían los australopitecos. En cuanto a los pies, los “naledi” podían caminar a grandes zancadas, como lo hacemos nosotros, pero la forma del arco plantar y la curvatura de las falanges también nos habla de la posibilidad de trepar con facilidad.

Con independencia de que en un futuro no muy lejano los descubridores de los “naledi” sean capaces de obtener dataciones fiables que sitúen a estos homininos en su lugar, cabe reflexionar sobre el hecho de la existencia de varias formas intermedias entre el género Australopithecus y el género Homo en el este y el sur de África. Solo caben dos hipótesis alternativas: o todas ellas tienen que unirse en una misma especie (Homo habilis, por prioriodad), o se produjeron varias convergencias evolutivas en diferentes lugares de África. Para inclinarse por una u otra tenemos la imperiosa necesidad de conocer la antigüedad de Homo naledi. Sin esas dataciones insisto en lo que escribí hace algunas semanas. La especie se quedará en el limbo y solo podremos tomar buena nota de las detalladas descripciones, que irán llegando poco a poco a las revistas científicas.