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No sin cierta polémica por parte de los ganaderos de la comarca de los Juarros (Xuarros), el proyecto “Paleolítico Vivo” sigue adelante. Esta comarca, situada a los pies de la sierra de la Demanda y a pocos kilómetros de la sierra de Atapuerca, es extremadamente rica en pastos y bosques de robles, pinos y olmos, bien regados por los cursos fluviales que dan vida al río Arlanzón. A decir de muchos, el topónimo “xuarros” significa “olmos” en euskera y se une a otro muchos topónimos de esta comarca derivados directamente de esta lengua.

Ejemplares de Bison bonasus en el parque natural de la sierra de la Demanda (Burgos). Foto, Eduardo Cerdá

La idea de utilizar zonas poco pobladas y casi abandonadas para crear un parque natural, en la que convivan las especies salvajes que no hace tanto tiempo sirvieron de alimento a nuestros antepasados se está materializando. Primero fueron los uros (Bos primigenius), de los que se obtuvieron las razas actuales de ganado bovino. Luego llegaron los caballos tarpanes “przewalski” (Equus ferus przewalski) y ahora han desembarcado los bisontes (Bison bonasus). Todos ellos convivieron con nosotros y sirvieron de alimento a los cazadores y recolectores del Pleistoceno hasta la llegada de la cultura neolítica. La agricultura extensiva y la domesticación de todos estos animales para conseguir ejemplares dóciles y fácilmente manejables cambió en unos pocos miles de años el estilo de vida de la mayoría de los humanos del planeta. Para bien o para mal nos fuimos alejando de la naturaleza. La agricultura y la ganadería, como forma de vida, fue quedando para unos pocos, mientras que la mayoría nos integramos en las grandes ciudades.

La vida urbana no es nuestro medio natural, al que todavía no hemos conseguido adaptarnos desde el punto de vista genómico. Aunque hemos prolongado nuestra expectativas de llegar hasta edades avanzadas, nuestra tercera edad padece nuevas enfermedades derivadas de un estilo de vida cuando menos discutible (alimentación inadecuada y obesidad, diabetes, cáncer, hipertensión, degeneraciones neuronales, etc.). Quizá añoramos nuestro estilo de vida sin el estrés continuado, que nos pone en guardia permanente durante la mayor parte del día. De ahí que el proyecto “Paleolítico Vivo” terminará por tener un gran éxito en pocos años. No se trata solo de disfrutar durante unas horas un paisaje idílico, con el aliciente de avistar los animales salvajes y huidizos, sino de llegar a pernoctar en el propio parque natural. A pesar de las voces críticas, pienso que la coexistencia es posible si los territorios en explotación están bien definidos.

¿Echaríamos de menos las comodidades de la vida urbana? ¿o quizá nos olvidemos del televisor, del teléfono móvil o del ordenador? Apuesto a que solo en un par de días dejaríamos atrás nuestras preocupaciones y nos integraríamos en el medio natural. Lo queramos o no, nuestro genoma sigue siendo prácticamente idéntico al de los cazadores y recolectores del Paleolítico o del Mesolítico. Los pequeños cambios genómicos de los últimos 12.000 años experimentados por nuestra especie apenas son una minucia en comparación con los impresionantes avances tecnológicos del primer mundo.