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El prestigioso Museo de Historia Natural de Londres acaba de remozar su galería dedicada a la evolución humana. El científico responsable de este ámbito, el Profesor Chris Stringer, ha dedicado su carrera profesional a la institución británica. Su experiencia y su valía es reconocida de manera unánime por todos los expertos en nuestro ámbito científico.

Todos los museos que tratan en mayor o menor medida la evolución humana muestran un árbol de la filogenia humana. Es un tema obligado, porque los visitantes puede ver de manera sintética que especies cuentan con mayor reconocimiento, así como sus posibles relaciones filogenéticas. Los visitantes contemplan con suma atención e interés un cuadro, que intenta resumir nuestros orígenes y el posible camino recorrido por nuestros ancestros hasta llegar al punto en el que nos encontramos en la actualidad.

Todas las instituciones que se precien han de cambiar sus filogenias cada cierto tiempo. Los hallazgos se producen cada vez con mayor profusión y proliferan los nuevos nombres de especies. Algunos de esos nombres tienen solo un reconocimiento pasajero y parcial y acaban por desaparecer de los trabajos científicos. Otros terminan por tener un mayor reconocimiento y se unen a los clásicos, algunos propuestos nada menos que el siglo XIX. Es el caso de Homo neanderthalensis, un taxón que apenas ha cambiado su estatus en 150 años (especie o subespecie de Homo sapiens).

El cuadro propuesto por el Profesor Chris Stringer tiene una particularidad, que comparte con la filogenia presentada hace cinco años, cuando se inauguró el Museo de la Evolución Humana de Burgos. El cuadro de las dos instituciones, la española y la británica, no presenta las posibles relaciones entre las especies. En otras palabras, se evita proponer hipótesis filogenéticas entre las especies que aparecen en el cuadro. Este hecho suele provocar perplejidad y confusión entre los visitantes. Parece una necesidad saber si los neandertales están relacionados con nosotros y cual es su grado de parentesco con nosotros. Queremos saber, por ejemplo, si Homo habilis fue la primera especie del género Homo y cual es su relación con los australopitecos. Gran decepción. Las posibles relaciones entre las especies del cuadro siempre son hipotéticas. Además, habría que “dibujar” en el cuadro las hipótesis alternativas que pueden postularse sobre las relaciones de cada una de las especies con las demás ¿Es que sabemos tan poco sobre esta cuestión? La respuesta es afirmativa. Tan solo es posible proponer un cierto grado de proximidad entre ciertos grupos de especies. Las tres especies reconocidas del género Paranthropus son un buen ejemplo. Es por ello que aparecen juntas en el cuadro que nos presenta el Museo de Historia Natural de Londres. Pero si profundizamos en el tiempo, nos encontraremos con algunos nombres, que podrían incluso desaparecer del cuadro en poco tiempo. Su identidad se reconoce por un puñado de fósiles y nadie puede siquiera asegurar que deban estar en el cuadro ¿Cómo proponer entonces su posible relación con otras especies de la genealogía humana? Sería una temeridad.

Aún se puede ir más lejos en nuestras dudas, puesto que no todos los expertos están de acuerdo en incluir a Homo habilis y Homo rudolfensis en el género Homo. Mayor debate concita la posible dualidad de las especies Homo ergaster (África) y Homo erectus (Asia), que Chris Stringer ha decidido evitar en el cuadro del museo londinense. Es más, estoy convencido de que la especie Homo erectus entrará en crisis cuando se conozcan mejor el registro fósil de Asia. No será la primera vez que ocurra algo semejante.

En el nuevo cuadro del Museo de Historia Natural de Londres llama la atención la presencia de Homo naledi, cuya antigüedad se desconoce por el momento. Es muy posible que esta especie, si termina por ser reconocida de manera oficial, acabe por ser incluida en el género Australopithecus. Tampoco está resuelto el debate sobre la especie Homo floresiensis. Algunos especialistas rechazan de manera categórica la identidad de esta especie, y consideran que sus representantes no son sino el resultado de una patología de una población de Homo sapiens, aislada en un lugar perdido del archipiélago de Indonesia.
Sin embargo, no queda más remedio que presentar al público una síntesis de lo que se conoce, explicando quizá en “letra pequeña” y para los visitantes más interesados las dudas y los debates más importantes que suscita el estudio de la evolución humana en cada momento.

Por supuesto, no se trata de echar un jarro de agua fría sobre el cuadro que nos presenta el “Natural History Museum” de Londres ni sobre las investigaciones sobre la evolución humana. Más bien al contrario. Hay que felicitar a la institución británica por su esfuerzo y al Profesor Chris Stringer por su gran trabajo en el ámbito de la divulgación científica. Es muy importante que conozcamos nuestros orígenes y nuestra identidad, aunque sepamos que los científicos tenemos que dudar y hacernos preguntas. En ciencia no existen dogmas, sino hipótesis de trabajo y debate continuo.