Seleccionar página

La historia evolutiva de las poblaciones humanas de Europa parece haber sido siempre muy compleja. Sospechamos que nuestro continente ha sido repoblado quizá en muchas ocasiones desde hace 1,5 millones de años, sin que ello haya supuesto necesariamente la completa desaparición de cada una de las poblaciones que fueron llegando durante el Pleistoceno. La alternancia de fases glaciales e interglaciares parece ser responsable de la expansión y retracción de los grupos humanos de Europa. No obstante, parecíamos tener la certeza de que los miembros de nuestra especie terminaron por conquistar de manera definitiva el continente europeo, sin más sobresaltos que la entrada de otros grupos de nuestra propia especie durante la expansión de la cultura neolítica. El estudio del ADN antiguo vuelve a darnos más sorpresas.

Reproducción del llamado Hombre de Cro-Magnon. Fuente: hicido.uv.es

Un trabajo firmado por 35 especialistas, liderados por Cosimo Posth (Universidad de Tübingen, Alemania) y publicado en la revista Current Anthropology, nos revela que los miembros de nuestra especie fuimos incapaces de superar el impacto de las últimas fases glaciales del hemisferio norte, ocurridas hace entre 25.000-19.500 años y hace entre 14.500 y 11.500 años. Para llegar a esta conclusión, los investigadores han estudiado los haplotipos del ADN mitocondrial de 35 esqueletos humanos recuperados de yacimientos de Alemania, Bélgica, Chequia, Francia, Italia y Rumanía.

Los primeros cazadores y recolectores, que poblaron Europa hace unos 40.000 años tras la desaparición de los neandertales, tenían una cierta diversidad en su ADN mitocondrial. Esta diversidad se conoce bien por estudios previos en restos esqueléticos de cierta antigüedad. Aunque el término está en desuso, esas primeras poblaciones de nuestra especie fueron conocidas durante mucho tiempo por un cráneo encontrado en Francia, conocido como el “Hombre de Cro-Magnon”.

La hipótesis de partida es que todos los europeos habrían mantenido la diversidad original tras distribuirse por las tierras europeas. Pero no fue así. Hace unos 14.500 años Europa pudo padecer una crisis demográfica muy importante, que estuvo a punto de extinguir a las poblaciones de Homo sapiens. Esta crisis sorprende únicamente por el hecho de que tradicionalmente nos hemos considerados superiores a cualquier otra especie de hominino. Pero hemos de reconocer, con humildad, que aún en el siglo XXI seguimos a merced de la naturaleza.

Dibujo esquemático de una mitocondria.

Dibujo esquemático de una mitocondria.

La última crisis climática (la llamada pequeña Edad del Hielo) pudo dejar a Europa casi despoblada. Aquellos que resistieron las duras condiciones volvieron a expandirse por Europa, curiosamente coincidiendo con la antigüedad atribuida  a  las pinturas de la cueva de Altamira. El “cuello de botella” genético mermó la diversidad de los europeos. La población superviviente, representada en los yacimientos de los países mencionados con anterioridad, presentan un ADN mitocondrial homogéneo, que ha sorprendido a los genetistas.

Este modelo de expansión-retracción puede comprobarse ahora en poblaciones relativamente recientes, gracias al ADN conservado en sus restos esqueléticos. Pero este modelo ya ha sido propuesto para las poblaciones del Pleistoceno, simplemente utilizando la lógica y la diversidad que se observa en los pocos restos fósiles de Pleistoceno de Europa. Este modelo fue bautizado hace pocos años como “sink and source”, que puede traducirse literalmente como el modelo del “Sumidero y de la Fuente”. Su significado es claro. Las poblaciones del Pleistoceno sucumbirían durante las fases glaciales y los supervivientes habrían resurgido como fuente de nueva diversidad, quizá hibridando con los miembros de otros grupos humanos llegados de tierras más cálidas.