En el post anterior refería el extraordinario logro que ha supuesto el aislamiento y estudio del ADN nuclear de los homininos de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Las investigaciones del equipo de genetistas liderados por Matthias Meyer y Svante Pääbo, publicados el lunes 14 de marzo en la revista Nature, ya están en boca de todos los expertos. Quizá muchos estén dispuestos finalmente a admitir que las raíces de los neandertales pueden ser mucho más profundas y consistentes de lo que se pensaba hace unos años. No nos puede extrañar que una gran mayoría consideren oportuno incluir a los humanos de este yacimiento de la sierra de Atapuerca en la especie Homo neanderthalensis. Esta sería la opción la más razonable, si consideramos el concepto biológico de especie.
A este respecto, los componentes del equipo investigador de Atapuerca preferimos mantener una posición más prudente, a la espera de nuevos estudios. Los resultados sobre el ADN mitocondrial (también presentados en el último trabajo publicado en la revista Nature) siguen ofreciendo una relación más estrecha de los homininos de la Sima de los Huesos con los Denisovanos que con los Neandertales clásicos del Pleistoceno Superior. La relación entre estos últimos y los humanos de las Sima de los Huesos no parece ser directa. En otras palabras, la genealogía Neandertal pudo tener varias “ramas familiares”, que podrían ser denominadas de acuerdo a criterios paleontológicos.
Hecha esta salvedad, es importante mencionar uno de los resultados más sorprendentes del trabajo del equipo de Matthias Meyer y Svante Pääbo. Según sus estimaciones, y de acuerdo con una tasa de mutación de consenso, la separación geográfica (África y Europa) de las respectivas genealogías de los Neandertales y de Homo sapiens habría sucedido hace entre 550.000 y 765.000 años. Estos datos retrasan un mínimo de 150.000 años la fecha admitida hasta el momento. Si tomamos el punto medio de ese rango temporal la separación geográfica de las dos genealogías habría sucedido hace unos 650.000 años. Es decir, en un fecha anterior a la cronología estimada para la mandíbula de Mauer, encontrada en 1907 cerca de la ciudad alemana de Heidelberg.
Recordemos que esta mandíbula fue incluida por su descubridor (Otto Schoetensack) en la especie Homo heidelbergensis. Este nombre ha sido utilizado desde hace más de veinte años para nombrar al ancestro común de la genealogía humana moderna y la genealogía de los Neandertales. Además, bajo el “paraguas” de Homo heidelbergensis se ha dado cabida a fósiles africanos y asiáticos. En otras palabras, Homo heidelbergensis se ha considerado como una especie de amplia distribución y la madre de Homo neanderthalensis (Europa) y de Homo sapiens (África).
Pero los datos publicados en Nature son demoledores. Esta tesis ya no se puede mantener. Si los humanos representados por la mandíbula de Mauer, el ejemplar representante (holotipo) de esta especie, ya estaban comprometidos con la genealogía europea de los Neandertales difícilmente podrían ser al mismo tiempo origen de las poblaciones africanas de nuestra especie. Ciertamente, la genealogía de los Neandertales parece ser más antigua y pudo tener varias ramas familiares. La familia representada por la mandíbula de Mauer pudo ser la más antigua y habría llegado a Europa hace unos 700.000 años. Esta familia, que vivió en latitudes elevadas del hemisferio norte, pudo sobrevivir a las glaciaciones en refugios de regiones más septentrionales. Si los restos humanos encontrados en la cueva de Arago (los mejor conocidos tienen entre 450.000 y 400.000 años) del sur de Francia también pertenecen a esta familia, coincidieron en el tiempo con los homininos de la Sima de los Huesos.
En resumen, tenemos que trabajar con la hipótesis de que en los inicios del Pleistoceno Medio una población humana ancestral, quizá situada en alguna región de contacto entre África y Eurasia, se fragmentó en dos poblaciones diferentes. La rama africana, de la que se sabe muy poco, terminó por cuajar en la especie Homo sapiens. La rama eurasiática pudo dar origen a varias familias de la genealogía Neandertal. No todas habrían ocupado Europa al mismo tiempo, sino que habrían ido llegando cuando las condiciones climáticas lo permitieron. Dada su proximidad “familiar”, pudieron coexistir e incluso mezclarse entre ellas, dando lugar a la diversidad de formas que nos ofrece el registro fósil. La historia evolutiva de la prehistoria Europa pudo ser extremadamente compleja y su estudio se antoja apasionante bajo las nuevas premisas que nos ofrecen los datos inesperados (por su antigüedad) del estudio del ADN de la Sima de los Huesos.
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