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Adornos en huesos y conchas del nivel 10 del yacimiento de la “Grotte du Renne” de Arcy-sur Cure, Francia. Fuente: www.mpg.de

Acaba de terminar el 6º Congreso de la Sociedad Europea para el Estudio de la Evolución Humana (ESHE), celebrado este año en el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares. Como no podía ser de otra manera, la organización española ha sido sobresaliente. Somos magníficos anfitriones y hemos de felicitar tanto al Profesor Juan Luís Arsuaga (organizador de un acto previo al congreso en la Fundación Ramón Areces de Madrid) como al director del Museo de Alcalá de Henares, el Dr. Enrique Baquedano. Estoy seguro que los asistentes de otros países habrán quedado muy satisfechos tanto de la organización, como de la acogida y del buen ambiente que se ha respirado durante todo el congreso. El número de asistentes ha superado con holgura los 350, si bien en esta edición los españoles hemos sido mayoría. Las comunicaciones y posters han sido sumamente interesantes, reflejando las tendencias en el estudio de la evolución humana. En el próximo escrito hablaré del yacimiento de Pinilla de Valle, en Madrid, donde los asistentes al congreso han tenido la oportunidad de conocer durante la excursión final un magnífico lugar, que dará mucho que hablar en el futuro. Pero quiero dedicar este post a otro yacimiento neandertal, que ha sido objeto de una publicación en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences, USA” (más conocida por sus siglas: PNAS), al mismo tiempo que se presentaban resultados sorprendentes durante la celebración del congreso. En estos eventos siempre se producen comunicaciones inesperadas (o esperadas por algunos), que mantienen el interés de la reunión.

La investigación que quiero comentar ha sido liderada por Frido Walker (Instituto Max Planck de Leipzig, Alemania), aunque el inspirador del trabajo es el profesor Matthiew Collins (Universidad de York, Reino Unido). Este investigador ha sido uno de los iniciadores de una nueva y prometedora línea de trabajo, que trata de identificar proteínas en yacimientos antiguos. La paleoproteómica es una nueva línea de investigación, que tendrá tanto éxito como lo ha tenido la paleogenética. Las moléculas orgánicas pueden resistir sin degradarse durante miles de años en los restos fósiles o incluso en el propio sedimento, como también hemos conocido durante el congreso de la ESHE. Parece ciencia ficción, pero no lo es.

El yacimiento de la Grotte du Renne, en Arcy-sur-Cure (Francia) ha estado en debate desde que se conocieron los resultados de sus excavaciones, desarrolladas entre 1949 y 1963. Hace mucho tiempo del hallazgo, pero las investigaciones en este lugar continúan gracias a nuevos métodos y tecnologías cada vez más sofisticadas. Este yacimiento contiene información crucial para conocer que pudo ocurrir durante las transición entre los neandertales y los humanos modernos en Europa, hace unos 40.000 años. Además de niveles arqueológicos claramente atribuibles a la actividad de los humanos modernos, el nivel 10 de la Grotte du Renne contiene una industria lítica denominada “chatelperroniense”. Junto a las herramientas se encontraron varios dientes humanos y adornos realizados en caninos, huesos y conchas.

La primera hipótesis fue atribuir los adornos a Homo sapiens, porque nadie era partidario de atribuir a los neandertales un pensamiento simbólico. En fecha reciente, los dientes humanos han sido identificados sin ningún género de duda a individuos neandertales. Ahora bien, esos dientes pudieron mezclarse accidentalmente con los adornos. A falta de dataciones del nivel 10, todos los investigadores propusieron que los excavadores de aquella época habían mezclado los diferentes niveles y que los adornos habían sido realizados por miembros de nuestra especie. Se podría proponer cualquier hipótesis, salvo que los propios neandertales hubieran sido capaces de adornar su cuerpo. La imagen de nuestros primos hermanos nunca tuvo buena prensa en los siglos XIX y XX.

En el nivel 10 de la Grotte du Renne se han encontrado un número considerable de restos óseos, muchos de ellos imposibles de atribuir a especies determinadas. Tal es su grado de fragmentación. Pero la paleoproteómica y la paleogenética pueden echar una mano en estos casos, si el tema tiene interés. Por descontado, este tipo de investigaciones son muy caras y solo se realizan cuando merece la pena. En el yacimiento de la Grotte du Renne hay preguntas muy importantes que responder: ¿se mezclaron los niveles como aseguraron los científicos del siglo XX? Pues bien, Frido Welker, Matthiew Collins y todos los científicos que han participado en el estudio han demostrado la presencia de ADN y proteínas neandertales en varios de los fragmentos óseos sin identificar. Esos restos parecen pertenecer a un cráneo infantil, todavía no destetado. El yacimiento fue excavado correctamente. No hubo mezcla de niveles y todo está en orden. Los restos fósiles asociados con los adornos pertenecieron a individuos neandertales. La cronología del nivel 10 se ha estimado en unos 42.000 años, cuando estos antiguos pobladores de Europa aún no habían desaparecido y la tecnología chatelperroniense puede atribuirse a los neandertales sin ningún género de duda.

Así que los neandertales realizaron piezas artísticas que adornaron su cuerpo. Muchos colegas aceptan esta premisa sin más debate. Sin embargo, las dudas de los escépticos persisten ¿Es posible que los humanos modernos (que ya estaban por Europa en esa época) enseñaran a los neandertales sus habilidades en el arte de adornar el cuerpo?, ¿podemos conjeturar que la demostrada hibridación entre unos y otros permitiera a los neandertales aprender esa cultura de carácter simbólico? Como sucede siempre en nuestro ámbito de investigación, se necesitan muchas evidencias para convencer a todo el mundo. No es sencillo aceptar que los neandertales tuvieron capacidad simbólica, quizá adquirida mediante una asombrosa “convergencia mental” con Homo sapiens. Y esto no es malo en sí mismo, porque la ciencia siempre tiene que dudar y no aceptar los datos como dogmas inamovibles.

José María Bermúdez de Castro