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Desde siempre, los seres humanos hemos recurrido a la luchas tribales y a las guerras, en su sentido más amplio y terrible, con el objetivo de apoderarnos de los recursos de otros seres humanos. Quizá es aún más terrorífico y depravante para nuestra especie el uso de otros seres humanos para conseguir los recursos anhelados. Este fue un paso más en la codicia por poseer más de lo que necesitamos. Cuando hablamos de esclavitud tenemos la idea de que este aspecto reprobable de nuestra conducta es cosa del pasado, de civilizaciones perdidas y de algunas mucho más recientes que nos vienen enseguida a la memoria. Sabemos que no es así.

Si el afán por tener y poseer supera la empatía que en principio deberíamos tener por los miembros de nuestra especie, ¿qué podemos esperar cuando se trata de los miembros de otras especies?

Hace unos años conocí a Pedro Pozas Terrados, idealista y defensor de causas casi perdidas. Estaba y sigue al frente del Proyecto Gran Simio, con el que colaboro desde entonces cuando la ocasión lo requiere. No es la primera vez que hablo de este proyecto en el blog, puesto que los objetivos del proyecto están en plena sintonía con un mejor conocimiento del ser humano a través de lo que mucho que nos pueden enseñar los simios antropoideos. Personas como Pedro Pozas y otras miles, quizá millones de seres humanos, la mayoría anónimos, representan una ventana a la esperanza en el futuro de la humanidad.

Imagen tomada del blog “all you need is biology” de Mireia Querol Rovira.

La organización presidida por Pedro Pozas defiende la libertad de los grandes simios, utilizados como verdaderos esclavos para la obtención de beneficios en circos y parques zoológicos con carencias más que evidentes. El objetivo es extensible a todas las demás especies, que se utilizan sin escrúpulos para nuestro entretenimiento y el beneficio de quienes las utilizan con fines lucrativos. Muchos pensarán que esta es la única manera que tenemos de conocer a estos animales cuando vivimos en grandes ciudades, muy lejos de sus hábitats naturales. No les falta razón, pero no es menos cierto que a nadie le seduce la idea de vivir encarcelados el resto de sus días, simplemente para regocijo de otros. En la mayoría de los casos ese encarcelamiento es humillante, produce un terrible estrés a los animales, depresión y muerte prematura.

En este post quería comentar el caso esperanzador acontecido hace pocas semanas en Argentina. La chimpancé llamada Cecilia no puede por si misma defender su dramática situación en el zoológico de la provincia de Mendoza, tras el fallecimiento de otros miembros de su especie. Permanece recluida en un espacio reducido para ser contemplada como un animal exótico. La Asociación de Funcionarios para los derechos de los animales (AFADA), en colaboración con el Proyecto Gran Simio de España y Brasil ha defendido este caso durante varios años. La jueza María Alejandra Mauricio admitió el habeas corpus a favor de Cecilia, que reconocía sus derechos fundamentales a la vida y la libertad.

Cecilia no es el único caso en el que un tribunal reconoce a un simio como “persona” no humana, con derechos fundamentales. Es un paso importante para la defensa de los primates más próximos a nosotros, y de los que nos queda mucho por aprender sobre nosotros mismos. Cecilia será trasladada al santuario de Sorocaba del Proyecto Gran Simio, en Brasil, donde encontrará unas condiciones climáticas y espaciales dignas. Es muy probable que Cecilia no sobreviva mucho tiempo, sabiendo que la esperanza de vida al nacimiento de esta especie en condiciones naturales no supera los 15 años y es difícil encontrar en libertad a individuos de más de 30 años. Pero al menos podrá vivir un tiempo en condiciones aceptables

José María Bermudez de Castro