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Como padre y como científico tengo un interés muy especial en todo cuanto sucede durante la adolescencia. Los sucesos luctuosos relacionados con adolescentes nos llenan de tristeza y nos ponen en guardia. Saber lo que sucede en la mente de los adolescentes es fundamental para cuando menos intentar atajar estos problemas de tanto dramatismo para los padres.

No es la primera vez que escribo sobre esta cuestión. Daniel J. Miller y sus colegas nos contaron en 2012 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, USA (PNAS, por sus siglas en inglés) que la ralentización en la madurez cerebral hasta bien entrada la tercera década de la vida puede suponer la aparición de enfermedades como la esquizofrenia. También puede provocar el peligro físico que conlleva la inmadurez mental de los adolescentes durante un largo período de tiempo. Se sabe que los cambios cerebrales de la adolescencia están relacionados con la descarga hormonal propia de los chicos y chicas a esas edades. Durante este período se produce un incremento de las hormonas esteroides, también conocidas como hormonas sexuales y que incluye diversas sustancias de la familia de los andrógenos y los estrógenos, así como la progesterona. El aspecto físico de los adolescentes cambia con gran rapidez. Pero lo que no vemos es lo que sucede en su cerebro. Lo podemos adivinar, porque su comportamiento es muy peculiar. Sus acciones son voluntarias, por supuesto, pero están mediatizadas por cambios muy rápidos, complejos y de mucha intensidad en el cerebro El funcionamiento global de este órgano, lo que llamamos la mente, experimenta cambios cada vez mejor conocidos. A pesar de ello, es tremendamente complejo encauzar el comportamiento de los adolescentes.

Durante la adolescencia se producen modificaciones en la cantidad de materia gris, según demuestran las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética. Estas modificaciones reflejan cambios en el número de conexiones entre las ramificaciones cortas (dendritas) de las neuronas (sinapsis), la estructura del patrón de las dendritas, el número de células gliales que dan soporte y protección a las neuronas, el volumen circulatorio de la sangre y el grado mielinización, que provoca un incremento de hasta 100 veces la conducción de los impulsos nerviosos. Los expertos consideran que la disminución de la materia gris refleja, al menos en parte, la llamada “poda sináptica”. Aquellas sinapsis que fueron necesarias durante la infancia y la niñez se pierden y se producen en cambio nuevas conexiones entre la dendritas de las neuronas. Esta poda supone una reducción de las células gliales y de los requerimientos metabólicos del cerebro. El proceso de mielinización implica un incremento de sustancia blanca en detrimento de la sustancia gris, debido al color blanquecino de la mielina. Con esta información los expertos son capaces de interpretar los cambios en la proporción de sustancia gris frente a la sustancia blanca, cuando observan el cerebro mediante las imágenes correspondientes. El resultado de estos cambios conlleva un refinamiento en las conexiones que necesitará el adolescente en su etapa de adulto, necesario para una cognición emocional apropiada y saludable así como para su integración plena en la vida social de los adultos. En otras palabras, los profundos cambios en la adolescencia son imprescindibles para llegar a ser adultos, aunque muchos se queden tristemente por el camino.

Mientras llega ese momento la adolescencia es un período de cambio mental, en la que los chicos y chicas se reivindican. Han dejado atrás la niñez, cuando los padres tomábamos las todas decisiones que les afectaban. Este comportamiento es absolutamente normal y necesario. No tardarán en tener que tomar decisiones por sí mismos. Si conocemos lo que está sucediendo y lo asumimos tal vez aprendamos a encauzar las inquietudes de nuestros hijos

José María Bermúdez de Castro