Cada vez se encuentran más evidencias para demostrar que la primera expansión de nuestra especie fuera de África sucedió hace unos 120.000 años. El paso por el estrecho de Bab el-Mandeb, que en aquella época pudo conectar por tierra firme el cuerno de África con la península de Arabia, fue la puerta hacia la colonización primero de Eurasia y más tarde de América. Sobre el poblamiento de Australia se sabe cada vez más. Un equipo liderado por Ray Toble y Alan Copper (Universidad de Adelaida) publicaron la semana pasada un artículo en la revista Nature, en el que se analiza una base de datos del ADN mitocondrial de células del pelo de 111 individuos de varias comunidades de aborígenes australianos. Los datos proceden de una colección de 5.000 individuos catalogados en esa Universidad australiana. Las poblaciones autóctonas de Australia están en la actualidad muy dispersas, debido a la política demográfica del gobierno de su gobierno. Es por ello que los autores del trabajo han tenido que realizar un enorme esfuerzo para analizar la información, tras conseguir el permiso de cada uno de los participantes en el estudio.
Hace 50.000 años, durante la última gran glaciación del Pleistoceno, los actuales territorios de Australia y Nueva Guinea estuvieron unidos debido al fuerte descenso del nivel del mar. El llamado continente de Sahul no llegó a conectarse con Eurasia, pero la travesía entre este continente y Sunda (unión de la mayoría de la islas de la actual Indonesia) estaba jalonada por múltiples islas, como el archipiélago de Sulawesi, Flores, Lombok, Timor, etc. Varios yacimientos arqueológicos localizados en islas de la antigua Sahul están fechados en unos 70.000 años, mientras que el resto humano más antiguo del continente, localizado en un yacimiento del lago Mungo, tiene una datación entre 40.000 y 60.000 años.
Por los datos que tenemos de yacimientos del sur de China (Daoxian, Zhirendong), cuyas fechas mínimas se sitúan en torno a los 80.000 años, los miembros de nuestra especie se expandieron muy rápidamente desde África a través de la península de Arabia, los actuales estados de Irán y Pakistán, La India, China, Tailandia, etc., que disfrutaban de un clima favorable. En muy poco tiempo, la expansión de Homo sapiens llegó hasta Sunda. Desde allí, nuestros ancestros navegaron entre las islas hasta arribar al continente de Sahul hace unos 50.000 años.
El análisis realizado por Tobler, Cooper y sus colegas sobre los haplogrupos del ADN mitocondrial demuestra que los aborígenes australianos ocuparon el continente mucho antes de lo que se pensaba. También han demostrado que los grupos humanos se expandieron con enorme rapidez por todo Sahul, para colonizar localidades situadas en la actual costa de Australia y Nueva Guinea hace entre 50.000 y 40.000 años. Desde ese momento, los grupos establecieron una territorialidad manifiesta, que hoy en día todavía permite la diferenciación de subgrupos de población y la existencia de diferentes lenguas. La comunicación entre Australia y Nueva Guinea se perdió con el ascenso del nivel de mar poco antes del Holoceno, pero mucho antes de ese momento las tribus de uno y otro territorio ya no se mezclaron.
Un resultado interesante de este trabajo sugiere que los actuales aborígenes australianos hibridaron con los misteriosos denisovanos antes de recalar en Australia. Del mismo modo que los eurasiáticos llevamos un cierto porcentaje de ADN heredado de los neandertales, también pudimos tener descendencia con las poblaciones autóctonas que se cruzaron en nuestro periplo por el sur de Eurasia hacia los confines de Australia y América. La historia de nuestra especie, aún siendo reciente y todavía joven, tiene muchos capítulos que desconocemos. Todos ellos se podrán ir averiguando gracias a la capacidad para leer y comprender la información que llevamos en el ADN.
José María Bermúdez de Castro
Con lo cual nos encontramos la misma paradoja en los neandertales, y en los denisovanos: que están extintos (como población o especie identificable) aunque tengan descendientes vivos. Cuestiones de la biología evolucionista que a veces no se entienden bien.