La especie Homo naledi fue descrita en 2015 por Lee Berger y otros muchos colegas tras el estudio de más de 1.500 restos fósiles obtenidos en la cámara Dinaledi de la cueva sudafricana de Rising Star. Este hallazgo estuvo envuelto en la polémica por la forma en la que los fósiles fueron recuperados. Seguramente los/las lectores/as recordarán el debate creado en relación al sistema que se utilizó para obtener los fósiles de la cueva. Quizá las prisas por conseguir la recuperación de los fósiles de un lugar de acceso muy complejo impidieron tener más datos sobre su antigüedad. De haberse tratado de restos fósiles de osos o de cualquier otra especie de mamífero, el hallazgo habría pasado inadvertido. Pero se trata de fósiles humanos y la cantidad y calidad de los restos ha llamado la atención de todos los expertos.
La cronología de Homo naledi permanece siendo una enigma. Por supuesto, sabemos que existe un programa en marcha para obtener fechas fiables, que todos esperamos con gran interés. El hecho de que en esta cámara, prácticamente inaccesible, solo se hayan encontrado restos humanos impide tener referencias sobre su contexto arqueológico y paleontológico. Por el momento, hemos de conformarnos con los estudios de la morfología de los fósiles, que podría ser muy engañosa. El hecho de que los restos representen diversas partes esqueléticas y que su número sea elevado permite estudios muy diversos y la posibilidad de contemplar escenarios razonables para la situación de esta especie en la filogenia humana. Algunos expertos apuestan por una cronología en torno a los dos millones de años, considerando las similitudes de los restos con los de Homo habilis, Homo rudolfensis y los representantes más primitivos de Homo ergaster, datados entre 2,0 y 1,5 millones de años. Veremos si aciertan. La morfología de los huesos es solo una aproximación, pero sabemos que podemos llevarnos sorpresas. Solo tenemos que recordar el caso de Homo floresiensis.
La revista Journal of Human Evolution acaba de publicar un conjunto de trabajos sumamente interesantes sobre la morfología de diferentes partes esqueléticas de Homo naledi. Uno de estos trabajos, liderado por Lauren Schroeder y Myra Laird, presenta un debate sobre la posición filogenética de esta especie en base a los estudios realizados en el cráneo y la mandíbula. El debate se basa en la forma del cráneo, realizada mediante análisis de “morfometría geométrica” una técnica de moda. Esta técnica no es sino una versión de una metodología publicada en 1917 (On Growth and Form) por un biólogo y matemático escocés, D´Arcy Wentworth Thompson (1860-1948). La idea de este científico fue muy mejorada gracias a las modernas técnicas digitales y a un desarrollo matemático más complejo. Este método fue primero utilizado en dos dimensiones, pero la enorme potencia de los ordenadores y la mejora de los algoritmos ya permite trabajar en tres dimensiones. Las bases metodológicas de la morfometría geométrica están íntimamente relacionadas con el uso de la fénetica, un método de investigación utilizado ampliamente en paleontología y zoología. La fenética tiene en cuenta con el mismo peso todos y cada uno de los caracteres que presentan las especies, sin importar su posible trayectoria evolutiva. Compara los ejemplares y observa las similitudes y diferencias en la forma de dichos ejemplares de manera gráfica y numérica. La fenética persigue identificar taxones (por ejemplo, especies o géneros), aunque no se ocupa de determinar su historia evolutiva. Este método tiene sus virtudes, pero también sus peligros. Por ejemplo, los restos fósiles de dos especies pueden tener formas similares, que pueden haber adquirido de manera independiente. Esas dos especies, sin ninguna relación de parentesco próximo, se agruparían de manera conjunta y tenderíamos a pensar (de manera errónea) que están muy relacionadas.
Los análisis mediante morfometría geométrica realizados por Lauren Schroeder, Myra Laird y sus colegas nos ilustran sobre la forma del neurocráneo y del cerebro de Homo naledi. A pesar de que el cerebro de esta especie es tan pequeño como el de los miembros del género Australopithecus, la forma del neurocráneo es muy similar a la de los ejemplares más antiguos de Homo ergaster. La forma del neurocráneo de Homo naledi parece ser incluso más “progresiva” que la de Homo habilis y, por descontado, que la de Australopithecus. En cambio, la mandíbula de Homo naledi se parece a la de Homo habilis y a la de los australopitecinos. Como suele ser habitual en nuestros antepasados, Homo naledi presenta un verdadero mosaico de rasgos de aspecto primitivo, junto con rasgos de aspecto más moderno.
Agradecemos este conjunto de estudios, que anticipan las conclusiones definitivas sobre la posición filogenética de Homo naledi. Pero esperamos impacientes datos geocronológicos fiables, que permitan ayudarnos tanto en la asignación correcta de estos fósiles al género Homo como en sus relaciones con otras especies de nuestra genealogía. Para ello, los investigadores necesitarán métodos de investigación diferentes.
José María Bermúdez de Castro
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