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El cráneo de Florisbad fue obtenido en 1932 por Thomas F. Dreyer en el yacimiento que lleva ese nombre. El lugar se encuentra a unos 50 kilómetros de la ciudad de Bloemfontein, capital del llamado estado Libre de Sudáfrica y situada en pleno centro de este país, a unos 1.400 metros de altitud. Este fósil conserva el lado derecho de la cara, la mayor parte del hueso frontal y parte de la bóveda craneal. Su descubridor lo denominó Homo helmei, un nombre específico que aparece de cuando en cuando en los debates sobre el origen de nuestra especie en África. La datación de este cráneo fue realizada a partir del esmalte de dientes humanos aparecidos junto al cráneo, mediante el método del ESR (electro spin resonance). La antigüedad del fósil se estimó en unos 260.000 años. La caja craneal del cráneo tiene una capacidad en torno a 1.400 centímetros cúbicos. Este dato nos lleva a considerar que el tamaño del cerebro de este individuo, de finales del Pleistoceno Medio, era similar al promedio de Homo sapiens, que se sitúa en unos 1.350 centímetros cúbicos.

Cráneo de Florisbad, Sudáfrica.

La clasificación de este fósil ha sido objeto de debate. Su aspecto recuerda en varios caracteres al de Homo sapiens, por lo que algunos investigadores han incluido este cráneo en nuestra especie con el calificativo adicional de “arcaico”. Otros han preferido la denominación Homo heidelbergensis, que se hizo muy popular desde los años 1980s. También se ha clasificado en Homo rhodesiensis, atendiendo a su distinción de los fósiles europeos asignados a Homo heidelbergensis. Considerando que las herramientas asociada con este cráneo pertenecen a la tecnología denominada “Middle Stone Agepropia de las poblaciones originales de nuestra especie, los investigadores Robert Foley y Martha Mirazón Lahr prefieren mantener el nombre original de Homo helmei, precursor directo de la especie Homo sapiens.

El registro fósil tiene otros especímenes africanos relacionados con nuestra especie, de los hablaré en otra ocasión. Pero no quería dejar de presentar un ejemplar, como el de Florisbad, cuya morfología recuerda a las formas arcaicas de Homo sapiens, según puede verse claramente en la figura que acompaña al texto. Pero la reflexión de este post no está relacionada con el origen de Homo sapiens, sino con la presencia en Sudáfrica de al menos dos especies del género Homo en la misma época. El yacimiento de Florisbad no está demasiado lejos de Johannesburgo, una región donde vivió Homo naledi también en la segunda mitad del Pleistoceno Medio, según acaban de revelar los descubridores de esta nueva especie humana. Me pregunto si los ancestros más antiguos de Homo sapiens coexistieron pacíficamente en el mismo ecosistema con otros humanos de aspecto muy similar al de los pequeños habilis, con su pequeño cerebro de 500 centímetros cúbicos ¿Qué nicho ecológico pudieron ocupar los miembros de Homo naledi para que sus intereses no colisionaran con los de una especie de tecnología avanzada y un cerebro tres veces mayor? Y tampoco hemos de olvidar que otras especies del género Homo (H. habilis y H. ergaster) vivieron en esas regiones desde hace al menos dos millones de años ¿Qué tenía de especial Homo naledi para haber sobrevivido a todas ellas?

Estoy convencido de que las dataciones obtenidas en relación con la especie Homo naledi (realizadas por magníficos expertos) son correctas. Pero en el ámbito de la geocronología es fundamental que las muestras de las que se obtienen resultados sean obtenidas directamente por geólogos y geocronólogos. La precisión de los métodos de datación no es un problema. Pero los resultados dependen de numerosas circunstancias, que tienen que ser controladas de manera directa por quienes los obtienen. La cámara Dinaledi, de la cueva Rising Star, es inaccesible para la mayoría, por lo que los expertos en geocronología tienen que confiar en los espeleólogos capaces de entrar en ese lugar. Siendo así, tenemos que ser muy exigentes y aspirar a que se publiquen datos adicionales. Mientras, seguiremos haciéndonos preguntas tan lógicas como la del título de este post.

José María Bermúdez de Castro