Seleccionar página

En el post anterior hablé de las dificultades para explicar la evolución humana de Europa durante el Pleistoceno Medio (780.000-120.000 años). De alguna manera dejé abierta la posibilidad de que en este período coexistieran dos o más poblaciones diferentes. Esta hipótesis se deriva con facilidad del estudio de los restos encontrados en la cueva de Arago (Tautavel, sur de Francia) y en la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Las dataciones en estos dos lugares se han repetido en varias ocasiones y la cronología de los dos yacimientos gira en torno a los 400.000 años. Quienes ocuparon estas dos regiones tan próximas pertenecieron a poblaciones de aspecto claramente distinto.

Reconstrucción ideal de un cráneo del yacimiento de Arago (Tautavel, Francia) a partir de restos de varios individuos.

Algunos fósiles encontrados en diferentes yacimientos del Pleistoceno Medio, como Swanscombe y Pontnewydd, en el Reino Unido, o Steinheim, en Alemania, pueden agruparse fácilmente con los humanos de la Sima de los Huesos. La peculiaridad que los une está relacionada con la presencia de un número significativo de caracteres compartidos con los Neandertales. Otros fósiles, como los hallados en los yacimientos de Verteszöllos (Hungría), Bilzingsleben (Alemania), Mala Balanica (Serbia), Ceprano (Italia) o Aroeira (Portugal) tienen en común la escasa o nula presencia de caracteres neandertales. Por su aspecto primitivo podríamos asociarlos mejor con los fósiles de la cueva de Arago.

Por supuesto, los fósiles mencionados en el párrafo anterior son fragmentarios y no representan de manera adecuada a sus respectivas poblaciones. Necesitaríamos muchos más restos para estar convencidos de que su aspecto era ciertamente muy distinto al de los humanos de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Sin embargo, la suma de evidencias nos sugiere que Europa estuvo habitada por grupos diferentes. No nos atrevemos a sugerir que se trataba de especies distintas, porque su nicho ecológico habría sido forzosamente el mismo y la competencia entre ellas habría sido rápida y feroz. Difícilmente habríamos hallado de manera tan repetitiva los restos fósiles de esas dos posibles especies.

Cráneo 17 del yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca.

El hallazgo de ADN en los humanos de la Sima de los Huesos abrió una puerta insospechada para conocer mejor la historia evolutiva de nuestro continente. Pero por el momento y a la espera de nuevos resultados (no me cabe la menor duda de que esos resultados llegarán tarde o temprano) el registro fósil es casi nuestra única fuente de conocimiento. Y quizá la complejidad que observamos en ese registro se deba a la presencia de grupos llegados a Europa en épocas diferentes, aunque originados de un ancestro común. Todos estos grupos tendrían, por tanto, un parentesco relativamente cercano y la posibilidad de hibridar. Su coexistencia en Europa fue posible, aunque no necesariamente pacífica. Más bien al contrario. La territorialidad y también el aislamiento debido a cuestiones climáticas pudieron acentuar la diversidad original. En la actualidad, las diferencias tribales de ciertas regiones se manifiestan solo gracias a los elementos culturales. En el Pleistoceno, esas diferencias tendrían un cariz más biológico que cultural.

El paleoantropólogo Giorgio Manzi ha sugerido en varios artículos científicos que la diversidad de Europa podría entenderse si hablamos de distintas subespecies. Esta categoría taxonómica se comprende con cierta dificultad, porque detrás de ella está la idea de que las diferencias entre las poblaciones bajo estudio no alcanzan el nivel de especie, pero son claramente mayores de la variación que podemos encontrar hoy en día entre diferentes grupos humanos del planeta. La idea de Manzi, compartida por muchos colegas, es quizá la más razonable. La geografía física de Europa es muy compleja, capaz de albergar la diversidad de poblaciones que estamos detectando en tantos y tantos yacimientos del Pleistoceno Medio. Tal vez la pregunta más interesante (post anterior) esté relacionada con la explicación de la homogeneidad que se observa en el Pleistoceno tardío (antes Pleistoceno Superior), cuando los Neandertales clásicos ocuparon en su totalidad el occidente de Europa.

José María Bermúdez de Castro