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Acaba de comenzar un nuevo período de campo en los yacimientos de la sierra de Atapuerca. La pregunta tradicional de los medios de comunicación se repite incansable: ¿qué esperáis encontrar en esta campaña? Puestos a ello prefiero otra pregunta: ¿qué deseáis encontrar? Esta última cuestión encierra una cierta dosis de romanticismo, y se contesta desde el corazón.

En realidad, la pregunta más académica sería: ¿qué respuestas queréis encontrar durante los próximos 40 días de trabajo en la Sierra? En efecto, las excavaciones representan algo así como el experimento que se lleva a cabo en un laboratorio a la espera de encontrar la solución a nuestras preguntas. Los hallazgos que eventualmente se puedan producir permitirán, bien rechazar alguna hipótesis y plantear propuestas alternativas, bien mantener las hipótesis vigentes. Así es como funciona la Ciencia.

Resulta imposible olvidar las emociones vividas durante mi primera campaña de excavación en Atapuerca, allá por el año 1983. Tampoco puedo olvidar las ideas que conformaban el paradigma sobre la evolución humana en Europa en ese tiempo. No cabe duda de que los descubrimientos en los yacimientos de Atapuerca han contribuido a cambiar el paradigma, pero también se han producido acontecimientos muy importantes en otros lugares. Y, pese a lo que pueda parecer, 35 años más tarde de aquel verano de 1983, la preguntas se han multiplicado de manera exponencial. Es una buena señal. Se ha trabajado mucho desde entonces y de un modelo sencillo para entender la evolución humana hemos pasado a otro de una enorme complejidad. La experiencia me dice que por cada pregunta respondida surgirán como mínimo otras dos cuestiones ¿Es que acaso es el cuento de nunca acabar? Pues ciertamente, así parece. Y no se trata de una peculiaridad de la evolución humana. Sucede lo mismo en todos los ámbitos científicos.

Nunca me canso de repetir que las excavaciones en la sierra de Atapuerca forman parte de un programa de investigación que, a su vez, forma parte de un programa universal sobre el estudio de nuestros orígenes. La sierra de Atapuerca y alrededores están repletos de yacimientos de épocas distintas, que cubren el último millón y medio de años. El proyecto trata de abordar cada una de esas épocas, mediante la excavación en una docena de yacimientos. Las respuestas que potencialmente puede ofrecer cada lugar pueden llegar después de muchos años de trabajo.

Pondré un ejemplo. Desde hace tiempo se conoce la existencia de un posible yacimiento, que en la década de 1980 alguien bautizó como Cueva Fantasma. Hace un par de años se decidió investigar en este lugar, tras realizar una primera prospección mediante pruebas geofísicas y un sondeo mecánico. Puesto que los resultados fueron positivos, en 2016 se acometieron las labores de limpieza de lo que fue una antigua cantera. En ese proceso se encontraron algunas herramientas, fósiles de diferentes especies de mamíferos y un parietal humano bastante completo. Ante lo prometedor de esos resultados, este año terminarán las labores de limpieza, que finalmente habrán movido cientos de toneladas de rocas. Desde el punto de vista científico se realizará una inspección preliminar de la estratigrafía de lo ya está a la vista, se tomarán muestras para diversos métodos de datación y se llevarán a cabo nuevas prospecciones geofísicas. En 2018 la Junta de Castilla y León protegerá el yacimiento con una cubierta similar a las que ya cubren otros lugares de interés, y si las obras terminan a tiempo, ese mismo año se podrán iniciar las labores de excavación. De no ser así, tendremos que esperar a 2019. Siendo optimistas, el yacimiento de Cueva Fantasma responderá preguntas durante la tercera década de este siglo. Tendremos paciencia.

Desde 1983 se ha multiplicado exponencialmente la precisión en la obtención y procesado de los datos. Los métodos de datación han progresado de manera espectacular. Las técnicas para trabajar en el laboratorio no dejan de asombrarnos y la profesionalidad de los expertos es ahora mucho mayor. Pero los tiempos de excavación son los que son. Es más, cada vez se progresa más despacio en el trabajo de campo, a medida que sabemos la cantidad de información que se puede perder por las prisas en llegar a determinado nivel.

Si me preguntan por mis deseos para este año no dudaría en responder que me gustaría encontrar un cráneo lo más completo posible de la especie Homo antecessor. Y no solo es un deseo caprichoso, sino la posibilidad de responder a muchas preguntas sobre esta especie. La realidad del trabajo de campo tiene menos glamour de lo que se puede describir en un medio de comunicación. Los grandes hallazgos solo son la punta del iceberg de un trabajo profesional, silencioso y muchas veces agotador. Pero también son la culminación de nuestros deseos legítimos, que nos estimulan a seguir adelante.

Labores de recogida en el yacimiento de la Gran Dolina en 2016. La nueva campaña empieza donde lo dejamos. Fotografía del autor.

En un plano estrictamente profesional, tenemos cientos de preguntas encima de la mesa. Listarlas sería tedioso y aburrido. Así que lo más sencillo y mediático para responder a la pregunta de todos los años es que esperamos encontrar un buen puñado de buenos restos arqueológicos y fósiles, a ser posible de alguna de las especies humanas que ya se conocen en Atapuerca. Como cada año, haré un seguimiento de la campaña de excavación en el blog.

José María Bermúdez de Castro