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El yacimiento de El Sidrón (Concejo de Piloña, Borines, Asturias) es sin duda uno de los más importantes de toda Europa para la época en la que vivieron los neandertales clásicos. El hecho de haber sido excavado en los últimos años con técnicas muy modernas y en condiciones de asepsia, ha incrementado de manera exponencial el valor de este sitio tan singular. El Sidrón, por ejemplo, es el lugar de referencia para la extracción del ADN en neandertales y no deja de producir resultados espectaculares. No es la primera vez que escribo en este blog sobre el yacimiento del El Sidrón, y presiento que no será la última. La última investigación, publicada en la revista Science, ha sido liderada por Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).

En la cueva del El Sidrón se acumularon hasta 2.500 restos fósiles pertenecientes a trece individuos de un mismo grupo, que aparentemente fueron devorados por sus congéneres. Sus restos terminaron por depositarse en un lugar de acceso complejo, y se cubrieron por sedimentos en un lapso breve de tiempo. De ese modo, quedaron protegidos durante milenios del medio ambiente. Las dataciones realizadas por medio del C-14 han ofrecido datos numéricos, que sitúan la fecha del depósito de los restos hace unos 49.000 años.

El individuo J1 de El Sidrón se reconoce por los restos fósiles de parte de un cráneo, la mandíbula y numerosos fragmentos del esqueleto post-craneal. Esos restos corresponden a un niño, cuyo primer molar ya era funcional y su raíz casi estaba completa. El ADN mitocondrial de este individuo permite asociarlo a una hembra adulta (quizá su madre) y a un individuo infantil (quizá su hermano/a). Puesto que J1 conserva la mayor parte de sus dientes en desarrollo, es posible realizar una estimación aproximada de su edad de muerte cuando se compara con una muestra muy numerosa de chicos y chicas de nuestra especie.

Restos fósiles del individuo neandertal inmaduro J1 de la cueva de El Sidrón, Asturias. Fuente: Nature.

El crecimiento circadiano del esmalte de los dientes fue clave para que los investigadores Timothy Bromage y Chris Dean (uno de los firmantes del artículo de Science) determinaran en 1985 que los homininos más antiguos de nuestro linaje crecían y se desarrollaban en tiempos y ritmos similares a los de chimpancés o gorilas. Los dientes de aquellos ancestros, incluidos los de Homo habilis, se formaban con gran rapidez en comparación con lo que sucede en nuestra especie. Puesto que el desarrollo de los dientes guarda una estrecha relación con el crecimiento somático se podía deducir que nuestros antepasados también crecían y se desarrollaban con mayor celeridad. Pero, ¿cuándo se alcanzaron unos parámetros de crecimiento y desarrollo similares a los de Homo sapiens? La falta de fósiles adecuados para el estudio ha impedido encontrar, por el momento, una respuesta convincente.

El registro fósil de los neandertales es pródigo en restos de individuos inmaduros, lo que ha permitido establecer un debate científico sobre el tiempo y el modelo de crecimiento en la especie de hominino más próxima a nosotros. Compartimos con ellos una especie antecesora, que no lo es de ninguna otra especie humana. A pesar de que esa especie pudo vivir hace unos 800.000 años (según nos dice el estudio del ADN antiguo), neandertales y humanos modernos tenemos mucho en común. El debate sobre las similitudes y diferencias en el crecimiento y desarrollo entre ellos y nosotros ha sido objeto de un debate muy intenso en las dos últimas décadas. Algunos investigadores han concluido que los neandertales tenían un ritmo acelerado de crecimiento, por lo que posiblemente llegaban a la vida de adulto antes de lo que lo hacemos nosotros. Otros investigadores opinan lo contrario ¿Qué nos dice el yacimiento de El Sidrón en este aspecto de la biología humana?

Los resultados del estudio del individuo J1 de El Sidrón no lo pueden resolver todo, pero han ofrecido datos de gran interés para conocer más sobre la biología de los neandertales. Los investigadores piensan que J1 era masculino, dada la robustez de sus huesos y el tamaño de los caninos. De acuerdo con el estudio histológico de sus dientes, aquel individuo juvenil murió cuando tenía unos siete años y medio. Su estatura era de unos 111 centímetros y su peso de unos 26 kilogramos. Ninguna diferencia con lo que se podría esperar en un chico de su misma edad en muchos países europeos. No se observan indicadores patológicos en sus huesos. Cuando murió, el individuo J1 era un chico totalmente sano.Su primer molar permanente ya era funcional y su raíz estaba casi completa. Es el estado de desarrollo dental que se puede esperar en cualquiera de nuestros hijos hacia los siete años y medio.

Pero los investigadores de El Sidrón han ido más allá de este dato, que por sí mismo ya es interesante. El volumen endocraneal de J1 llega hasta los 1.330 centímetros cúbicos (c.c.), una cifra que se queda tan solo a unos 190 c.c. del promedio estimado para los neandertales adultos. El niño J1 pudo tener un cerebro de unos 1300 c.c., un valor que se aproxima al promedio de nuestra especie (aproximadamente 1,350 c.c). A la edad de siete años y medio, nuestro cerebro prácticamente ha llegado al 100% de su crecimiento ¿Se puede saber si el cerebro había dejado de crecer en el niño J1? Y aquí llega el dato sorprendente: la respuesta es NO.

Estudiando la histología de la parte interna del cráneo del niño J1 los investigadores han observado que la zona correspondiente al lóbulo occipital y el cerebelo todavía estaban creciendo. Recordemos que los neandertales tenían un cerebro largo y aplanado con respecto al nuestro. En particular, el lóbulo occipital estaba muy desarrollado, un aspecto muy llamativo del cráneo de nuestros primos hermanos. Aunque la lógica nos llevaba a suponer que los neandertales terminaban su crecimiento cerebral incluso antes que nosotros, el niño J1 permite ahora proponer la hipótesis de que no era así. En otras palabras, el pleno desarrollo cognitivo de los neandertales no estaba adelantado con respecto al nuestro, como cabía esperar de su forma de vida y de su hábitat hostil. Ahora podemos plantear que los neandertales terminaban su desarrollo cerebral bien a la misma edad que lo hacemos nosotros o tal vez más tarde.De ser así, se puede proponer que el gasto metabólico para el desarrollo y el mantenimiento de su cerebro era superior al nuestro. De ese modo, el artículo de Science nos abre la puerta a un mundo nuevo y apasionante sobre la biología de los neandertales. Ya podemos decir que su aspecto era distinto del nuestro, pero sus habilidades cognitivas posiblemente no eran tan diferentes, posiblemente con un coste energético mayor. Tal vez una posible desventaja de Homo neanderthalensiscon respecto a Homo sapiens.