Seleccionar página

Es sencillo imaginar que nuestros ancestros del Plioceno y del Pleistoceno dormían con un ojo abierto y el otro cerrado. El peligro acechaba de manera continua, particularmente durante la noche. Del mismo modo que se observa en los chimpancés, es más que probable que se organizaran turnos para vigilar y proteger el sueño del grupo. No es ni una especulación atrevida ni una idea brillante. Los humanos actuales seguimos actuando del mismo modo cuando sabemos que existen peligros indeterminados. Los soldados de cualquier ejército pueden dormir gracias a la vigilancia de los centinelas, tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz.

 

Tampoco descubro nada nuevo si escribo que el sueño es imprescindible para tener una salud razonable. Los chimpancés también acusan la falta de sueño con disfunciones, problemas de motricidad, cambios de humor, etc. Así que nunca nos debió faltar el sueño reparador en nuestra África natal. Sin embargo, ahora ocupamos todo el planeta y la mayoría de los hábitats donde desarrollamos nuestra vida es muy distinto al que tuvieron nuestros ancestros africanos.

 

David R. Samson (Universidad de Toronto, Canadá) ha liderado una investigación sobre la calidad del sueño en los Hadza, un pueblo de cazadores y recolectores de Tanzania. Su trabajo se acaba de publicar en la revista Journal of Human Evolution. Quedan pocos habitantes en nuestro planeta con un modo de vida aproximadamente similar al que tuvieron las especies del pasado. Por supuesto, los Hadza no nos explicarán todo sobre esas especies, pero el estudio de estos grupos humanos es una rara oportunidad para aproximarnos a nuestro modo de vida en épocas pretéritas.

Sin palabras

 

Samson y sus colegas han evaluado la calidad del sueño de los Hadza considerando ciertos aspectos de su vida cotidiana relacionados con la cultura. Por ejemplo, las cabañas permiten disponer de un ambiente estable de humedad y temperatura, evitando así el estrés que suponen los cambios ambientales cuando se duerme al aire libre. Incluso, el ruido queda mitigado por el entorno de una cabaña. Todos sabemos la dificultad para conciliar el sueño cuando estamos sometidos a sonidos de cierta potencia e intensidad. En cambio, Samson y sus colegas observaron que el fuego de una hoguera sostenida durante la noche no alteraba el sueño ni de manera positiva ni negativa. Se podría descartar, por tanto, que la socialización del fuego hace unos 800.000 años sustituyera la vigilancia de los grupos durante el sueño, aunque los posibles predadores tuvieran una barrera física difícil de atravesar.

 

No obstante, es evidente que el dominio del fuego fue un factor decisivo en la colonización de territorios septentrionales. Así lo destacan Samson y sus colegas, que discuten y concluyen sobre la influencia de la cultura en la capacidad de las especies humanas para salir de África y colonizar todos los ambientes del planeta. Sin esa capacidad hubiera sido imposible realizar con éxito la imperiosa necesidad del  sueño reparador, aún cuando las condiciones fueran adversas. Solo tenemos que pensar en la duración del día y la noche en regiones del hemisferio norte. Los ciclos circadianos, de los que hablé en el post anterior pueden modificarse mediante la manipulación del medio ambiente. La cultura nos ha permitido dormir con tranquilidad y hasta soñar con tiempos mejores.

 

José María Bermúdez de Castro