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En ocasiones anteriores he comentado en este mismo blog sobre los dos modelos hipotéticos que durante un tiempo rivalizaron para explicar el origen de nuestra especie. El modelo multirregional, defendido en los años 1980s, ha sido abandonado. Es difícil, sino imposible, encontrar algún paleoantropólogo que todavía defienda el origen de Homo sapiens en diferentes lugares de África y Eurasia a partir de poblaciones ancestrales de Homo erectus. La alternativa a ese modelo se propuso hacia mediados de los años 1980s, hipotetizando el origen único de nuestra especie en África, a partir de una pequeña población subsahariana (teoría de la Eva Negra). El nacimiento de la paleogenética en los años 1990s fue el soporte definitivo de este último modelo, y el martillo que remachó los clavos del ataúd del modelo multirregional.

 

En 1989, cuando el debate entre los defensores de los dos modelos estaba en auge, se publicó un trabajo en un número especial de la revista American Journal of Physical Anthropology, liderado por Fred H. Smith. El artículo, que planteaba un modelo diferente, pasó casi inadvertido. Puesto que Fred Smith se había alineado en un principio con los defensores de la teoría multirregional su modelo alternativo tuvo escasa repercusión, en particular porque carecía de un soporte adecuado. Fred Smith y sus colegas proponían lo que ellos llamaron el Modelo de Asimilación. Este modelo trataba de ser conciliador, asumiendo que los miembros de nuestra especie ciertamente se habían expandido desde África hacia Eurasia, mezclándose de manera sistemática con las poblaciones que encontraron a su paso. Como resultado de ese mestizaje, las poblaciones híbridas habrían tenido un aspecto morfológico “intermedio”.

El paleoantropólogo Fred H. Smith (Universidad de Illinois, EEUU)

 

El Modelo de Asimilación solo encontró defensores en algunos investigadores, como Erik Trinkaus, que estudiaron fósiles europeos del Pleistoceno Superior. Algunos rasgos morfológicos de los huesos y de los dientes se interpretaron como una prueba de ese mestizaje. En estos últimos años, Erik Trinkaus ha estudiado ciertos fósiles de China datados en unos 100.000 años y ha reafirmados sus conclusiones sobre el mestizaje entre Homo sapiens y Homo erectus.

 

Los primeros estudios sobre el ADN obtenido de los fósiles negaron cualquier posibilidad de mestizaje. La teoría de la Eva Negra quedó así fuertemente reforzada, al tiempo que se rechazaba cualquier otra hipótesis alternativa. El Modelo de Asimilación quedó prácticamente en el olvido. Sin embargo, en la primera década del siglo XXI los genetistas comenzaron a encontrar mínimos porcentajes de ADN en los miembros de nuestra especie, heredados de algunos ancestros bien conocidos, como los neandertales, y de otros desconocidos hasta hace poco tiempo, como los denisovanos. Estas poblaciones ancestrales habrían “pasado” parte de su genoma a los sapiens invasores. De improviso todo cambió y la teoría de Eva Negra tuvo que matizarse.

 

28 años más tarde, Fred H. Smith ha vuelto a reivindicar de manera triunfal su Modelo de la Asimilación. Quizá después de todo, su intento conciliador de 1989 no iba tan desencaminado. Bien es cierto que a finales de los años 1980s no había datos genéticos en los que apoyarse y la formulación de este modelo se basaba en el estudio de fósiles de aspecto más moderno que los arcaicos Homo erectus. Fred Smith no podía sospechar que el estudio del ADN de los fósiles y de los humanos actuales podía revitalizar su modelo teórico.

 

En un trabajo, recién publicado en la revista Quaternary International, Fred Smith reivindica su propuesta de 1989, adaptando el Modelo de Asimilación a los datos que hoy en día se conocen sobre el ADN fósil y el genoma de nuestra especie. Hemos de aceptar que el origen de Homo sapiens a partir de una población original africana tiene que ser revisado, admitiendo un cierto grado de mestizaje con descendencia fértil. Los genes asimilados (“introgresados”, siguiendo el término técnico de los genetistas) en las poblaciones de Homo sapiens nos permitieron adaptarnos a los diferentes ambientes de latitudes y altitudes muy distintos.

 

Los humanos actuales de Eurasia y América (pero no los africanos) hemos incorporado en nuestro ADN un cierto número de genes de neandertales y de los denisovanos, y posiblemente de otras especies humanas. El porcentaje medio de genes neandertales se estima en 2,5%, una cifra respetable, pero insuficiente para admitir el Modelo de Asimilación tal y como fue concebido en 1989. En todo caso, hemos de reconocer que algunas de las sutiles diferencias entre los actuales miembros de Homo sapiens están relacionadas con ese patrimonio genético obtenido de nuestros ancestros durante nuestra expansión por todo el planeta. Resulta interesante reflexionar sobre el hecho de que las poblaciones genéticamente más “puras” de nuestra especie hayan sido las que más han sufrido problemas de racismo a lo largo de la historia reciente.

José María Bermúdez de Castro