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Si observamos un mapa actual de la distribución de tierras emergidas entre el Sudeste de Asia y Oceanía nos sorprende la gran cantidad de islas y la poca profundidad del mar que las rodea. En muchas de estas islas se han encontrado evidencias arqueológicas y paleontológicas de la presencia de homininos asignados a las especies Homo erectus y Homo floresiensis. Sorprende que los miembros de estas especies pudieran arribar a las islas bien nadando, bien navegando. Todo esto pudo ser innecesario, porque durante las épocas glaciales el hielo acumulado en los continentes produjo descensos de hasta 120 metros en el nivel del mar. La conexión de estas islas se conoce como continente de Sunda, unido al resto de Eurasia y separado por estrechos brazos de mar del continente de Sahul, formado en aquellos períodos fríos por Australia, Nueva Guinea y Tasmania.

. Continente de Sunda. Fuente: Semantic scholar

 

En medio de estos dos continentes quedaban algunas islas, como las Molucas, Flores, Sulawesi o Timor. Aunque relativamente lejos de Sunda, el archipiélago de Filipinas apenas estaba unido a este continente por dos estrechos cordones umbilicales durante las épocas glaciales. Sin embargo, hasta la fecha no se había constatado la posibilidad de que Homo erectus o alguna otra especie humana hubiera llegado tan lejos en su expansión por Asia. En 2010 se publicó la descripción de un metatarso humano hallado en el yacimiento de Callao (isla de Luzón), datado en unos 67.000 años y atribuido a Homo s.p. Curiosamente, el metatarso es muy pequeño y los autores de la descripción de este hueso nos cuentan que su tamaño está en el rango de Homo habilis y Homo floresiensis.

 

Ahora sabemos que mucho antes de esa fecha la isla de Luzón estuvo habitada por algún ancestro de nuestra genealogía. Así nos lo han hecho saber en la revista Nature un grupo de investigadores liderados por Thomas Ingicco (Museo de Historia Natural de Paris) y Marian C. Reyes (Museo Nacional de Filipinas). Desde 2013, estos investigadores han explorado no más de 16 metros cuadrados del yacimiento de Kalinga, en el norte de Luzón. En uno de los niveles de este lugar, los investigadores han encontrado restos fósiles de varias especies de mamíferos asociadas a herramientas de piedra.

Herramientas de piedra del yacimiento de Kalinga. Fuente: Nature.

 

Por el momento no han aparecido restos humanos, siendo imposible aseverar que Homo erectus fuera responsable del descuartizamiento de un rinoceronte (Rhinoceros philippinensis), un elefante (Stegodon luzonensis), un ciervo (Cervus mariannus) y otros vertebrados más pequeños. Junto a los restos fósiles de estos animales han aparecido 57 instrumentos de piedra poco elaborados, además de 49 lascas y dos percutores. Todo ello indica que ciertos humanos prepararon en ese mismo lugar las herramientas y descuartizaron a sus presas. Las marcas producidas al cortar los tendones, aparecen por doquier en los huesos fosilizados del rinoceronte. Las herramientas son muy simples, sin un criterio aparente en su elaboración y sin retoques. Nada que sugiera su pertenencia al grupo de industrias líticas achelenses.

 

Las dataciones mediante resonancia paramagnética electrónica (ESR) y otros datos obtenidos por diferentes métodos arrojan una cifra de 700.000 años, con un rango de error de ±70.000 años para el nivel del que procede toda esa información.

 

Pero los resultados de este trabajo en Nature dejan muchas incógnitas, como indican los autores de la investigación. ¿Fue ciertamente un grupo de Homo erectus el que descuartizó el rinoceronte? ¿por qué no un grupo de denisovanos? -se preguntan los científicos que firman este trabajo- ¿Llegaron aquellos humanos hasta Luzón cuando las islas del actual archipiélago de Filipinas estaban unidas?, ¿o tuvieron que atravesar el mar para llegar hasta ese lugar? ¿Se produjo una evolución local de aquellos humanos de hace 700.000 años para dar lugar a otros humanos tan pequeños como los de la isla de Flores?

 

El hallazgo en el yacimiento de Kalinga abre un nuevo capítulo en la historia de la evolución humana. Un capítulo que sucedió en el extremo más oriental de Eurasia y que tuvo un desarrollo singular, por su conexión y desconexión intermitente de este continente durante el Pleistoceno. Los datos de estas regiones nos van llegando muy poco a poco, debido a la falta de excavaciones e investigaciones sistemáticas. Con paciencia, vamos descubriendo que ese capítulo de nuestra evolución tuvo que ser apasionante, precisamente por las características geográficas donde sucedió. La insularidad mantenida en el tiempo condiciona la evolución de todas las especies (incluidos los seres humanos), sometidas a las circunstancias cambiantes de aquellos laboratorios naturales.

 

José María Bermúdez de Castro