El período comprendido entre hace 70.000 y 14.000 años fue extremadamente frío en el hemisferio norte. Ese período se conoce popularmente como la Edad del Hielo. Aunque en esa época hubo algunos indicios de cierta recuperación, el clima llegó finalmente a uno de los picos más fríos que se conocen en el Cuaternario. Este período se ha estudiado con mucha atención por parte de los paleoclimatólogos, porque fue esencial y definitivo para el devenir de la historia de nuestra genealogía y de Europa en particular. En efecto, hace unos 40.000 años nuestra especie comenzó a ocupar el continente europeo y terminó por quedarse con todo el territorio.
Los expertos en clima han sido capaces de reconocer hasta 16 alternancias climáticas mayores desde el inicio el Pleistoceno Medio, hace unos 772.000 años, hasta la actualidad. Nosotros disfrutamos ahora de un clima cálido, que siguió a la Edad del Hielo, tras una súbita recuperación de las temperaturas hace unos 11.000 años. Esos mismos expertos han afinado en sus observaciones y ya son capaces de detectar una serie de oscilaciones climáticas en la Edad del Hielo, aunque siempre dentro de parámetros dominados por el frío y la extrema sequedad de las zonas continentales.
Los estadios 12, 11 y 10 (GS12, GS11 y GS10) se han datado entre 43.300 y 40.200 años, que coinciden con el reemplazamiento en Europa de los neandertales por los humanos modernos.
El investigador Michael Stauwasse (Universidad de Colonia, Alemania) ha liderado un equipo para estudiar las condiciones climáticas de ese período de la Edad del Hielo. Sus conclusiones se han publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, USA (PNAS). Se ha realizado un estudio de la concentración de ciertos isótopos del oxígeno, carbono y nitrógeno en formaciones de carbonato cálcico (espeleotemas) de dos cuevas de los Cárpatos. El análisis de la proporción de esos isótopos permite discernir cambios en el clima. La situación de las cuevas es estratégica, puesto que se encuentran en el actual estado de Rumanía, a uno 50 y 250 kilómetros al norte del Danubio. Se asume que este curso fluvial fue clave para la movilización de los grupos humanos que colonizaron el continente europeo.
Los resultados de Stauwasse y su equipo sugieren que el período correspondiente a los estadios GS12 y GS10 fue muy frío y seco, de manera que las condiciones de vida en esa y otras regiones de Europa fueron extremas. Es posible, como sugieren estos investigadores, que los grupos neandertales experimentaran un declive importante en ese lapso de tiempo. Como se ha venido repitiendo en varios trabajos previos, un descenso en la densidad demográfica con el consiguiente incremento de la endogamia, habría debilitado enormemente a la especie Homo neanderthalensis. Algunos investigadores han asumido que los neandertales se vieron abocados al consumo casi exclusivo de la carne de caza, un hecho también negativo para la biología de este grupo humano. Así que parece muy razonable considerar la hipótesis de una disminución progresiva de la población de los neandertales por debilitamiento genético. Diferentes yacimientos atestiguan la existencia de un vacío territorial hace unos 40.000 años antes del presente. En esos yacimientos se observan niveles estratigráficos estériles, formando una especie de “sandwhich” en el que los niveles inmediatamente inferiores contienen industria lítica típica de los neandertales (musteriense y chatelperroniense), mientras que los inmediatamente superiores contienen industria típica de Homo sapiens (auriñacience).
Si todas las piezas del puzzle encajan bien, muchos territorios del Europa habrían quedado vacíos durante algunos cientos de años. Los miembros de nuestra especie habrían sido capaces de colonizar esos territorios en un lapso temporal muy corto, reemplazando a los neandertales. Puesto que las condiciones climáticas siguieron siendo muy frías hasta el final de la Edad del Hielo, también es necesario reflexionar sobre la capacidad adaptativa de Homo sapiens. Algo había sucedido en nuestra especie, para ser capaces de ocupar el espacio que dejaron los neandertales. Los encuentros que permitieron la hibridación entre las dos especies habrían tenido lugar antes del reemplazamiento. La coexistencia de las dos especies en el Corredor Levantino durante más de 50.000 años es tiempo más que suficiente para que los neandertales y los sapiens llegaran a conocerse bien e intimar.
Poco a poco vamos sabiendo más sobre la historia de Europa en el Pleistoceno. Cada aproximación metodológica, como la que presentan Stauwasse y su equipo, es un paso más en la buena dirección.
José María Bermúdez de Castro
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