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El caso Bretón ya tiene veredicto. Como expliqué en un post anterior, el asunto llamó a mi puerta por pura casualidad. O quizá no fue así. Seguramente alguien pensó que mis conocimientos podían ser de utilidad y aportar algo de luz al caso.
Y esta es precisamente la mejor lección que podemos obtener de un suceso tan triste. Todos conocemos series televisivas de gran audiencia, donde los protagonistas resuelven casos muy complejos gracias a sus fabulosos conocimientos y a tecnologías que casi rayan en la ciencia ficción. Lo cierto es que esas tecnologías son reales, aunque no todo es tan sencillo como nos aparece en la pantalla. Los casos siempre se resuelven y en el tiempo record de los 45 minutos que dura la entrega correspondiente. Debemos convenir en que estas series son muy entretenidas, tienen su pequeña dosis de morbo, los protagonistas resultan atractivos y extremadamente eficaces en su trabajo. La pregunta del millón es si en España podemos hacer cosas similares, aunque el tiempo empleado en resolver un caso lleve mucho más tiempo.

Nadie puede poner en duda la eficacia y profesionalidad de los cuerpos de seguridad del estado, como han demostrado en infinidad de ocasiones. Disponen de medios más que notables para llevar a cabo su cometido y resuelven un alto porcentaje de delitos de toda índole. Pero siempre quedan casos sin resolver. Durante su comparecencia en el caso, el señor Serafín Castro (que llevó las investigaciones del caso Bretón hasta su jubilación) afirmó que “no hay crimen perfecto, sino investigación imperfecta”. Estas palabras puede interpretarse de dos maneras bien distintas. Es evidente que el señor Serafín Castro se refería a un clamoroso fallo humano en el caso de los niños de Córdoba, pero se podría hacer una lectura diferente y más constructiva.

El Jefe de la Policía Serafín Castro

El Jefe de la Policía Serafín Castro

La policía científica dispone de unas instalaciones magníficas y de excelentes profesionales, especialistas en sus respectivos ámbitos. Pero como es imposible mantener a un plantilla que lo sepa todo sobre todo, la policía científica tiene que recurrir de vez en cuando a determinados científicos, especializados en temas muy puntuales. La ciencia, por tanto, puede jugar un papel determinante para solucionar ciertos casos en tiempo record. El caso que nos ocupa es un ejemplo muy claro, que podría haberse resuelto en cuestión de semanas.
Todo ello nos lleva a dos reflexiones cruciales. En primer lugar, la ciencia no es un capricho ni un capítulo del PIB que se pueda recortar sin más. Todos los ámbitos científicos, sin excepción, pueden tener una aplicación a corto, medio o largo plazo. Un país que no investiga está abocado al fracaso más estrepitoso. En segundo lugar, tiene que existir un conocimiento centralizado y una perfecta coordinación de todos y cada uno de los ámbitos científicos, cuya aplicación pueda ayudar a resolver casos policiales complejos. Esto último parece sencillo de enunciar, pero muy difícil de llevar a cabo. Por ejemplo, el estudio de la evolución humana se ha preocupado por determinar la edad de muerte de los individuos de las diferentes especies de nuestra geneaología. Las técnicas basadas en los estudios radiográficos casi se abandonaron en los inicios de los años ochenta del siglo XX, pero se siguen empleando en estudios forenses.

La necesidad de obtener datos muy precisos para entender la biología de las especies ancestrales ha llevado a los especialistas a investigar nuevos métodos, que permiten la determinación de la edad de muerte con una extrema fiabilidad y con un error de muy pocos días. Es normal que la policía científica desconozca la existencia de estos y otros métodos tan específicos, a menos que alguien se ocupe de ello. En consecuencia los científicos no podemos permanecer encerrados en nuestras torres de marfil, ensimismados en nuestros descubrimientos. Debemos de salir a la calle para explicar lo que hacemos y porque lo hacemos. Solo así convenceremos a los políticos de la enorme utilidad de la Ciencia (con mayúsculas) en el progreso y modernidad de un país.
Si fuéramos capaces de resolver estas cuestiones, la enorme mayoría de los casos policiales complejos se resolverían con mucha más rapidez, casi como en las series televisivas.