Durante un intercambio de información a través de las redes sociales, alguien se sorprendió de una de mis afirmaciones. La pregunta y la respuesta estaban relacionadas con el papel de los genes en la determinación de la morfología o de los rasgos de comportamiento. La capacidad de comunicación a través de twitter tiene sus limitaciones (140 caracteres) y las explicaciones complejas precisan sin duda de otros medios.
Es correcto afirmar que en el genoma de un ser vivo está “escrita” toda la información necesaria para el desarrollo de ese ser desde su concepción hasta su muerte. También están escritas sus pautas de comportamiento, especialmente aquellas más automatizadas. Cada célula (neuronas, hematocitos, miocitos, etc.) expresa solo aquellos genes que la convierten en una unidad diferente a las demás, para formar los tejidos celulares correspondientes. Incluso, los genes nos predisponen a padecer o no determinadas enfermedades. En ese sentido, podemos decir que existe un cierto determinismo genético o, dicho de manera muy coloquial, “somos esclavos de nuestros genes”.
Sin embargo, este determinismo genético no es algo fatídico y, desde luego, tiene muchísimos matices. Todos sabemos que la información genética y el medio ambiente interactúan en mayor o menor medida y moderan la expresión génica. Cierto es que el “producto final” de muchos genes apenas está influido por el ambiente, mientras que lo opuesto sucede en una parte sustancial del genoma. También sabemos que una alimentación escasa y de mala calidad tiene una influencia más que notable en la estatura de los seres humanos o en la posible expresión de muchas enfermedades. Las experiencias con gemelos (univitelinos) son muy reveladoras. Aunque sea muy complicado diferenciar a dos gemelos, su desarrollo en ambientes distintos conduce también a diferencias en su comportamiento y en su carácter. Aunque todos tenemos una cierta tendencia a parecernos a nuestros padres en muchos aspectos de la personalidad (timidez versus sociabilidad, por ejemplo), también sabemos que los rasgos que determinan nuestro carácter están fuertemente influidos por el ambiente y pueden modificarse con el transcurso de los años en un medio cambiante.
Algunas enfermedades raras, como la alcaptonuria (la denominada enfermedad de la orina negra), son hereditarias y están determinadas por la presencia de un determinado gen. Lo tienes o no lo tienes. Otras enfermedades dependen de la expresión de varios genes. Si esos genes forman parte de nuestro genoma, seremos susceptibles a padecer esas enfermedades. No obstante, existen muchos factores ambientales, incluida la dieta, el estrés o incluso la actitud ante la vida, que pueden retrasar o anular la expresión génica de la enfermedad.
Así que determinismo genético si, pero hasta cierto punto. Si un ser vivo tiene el genoma de un humano nunca llegará a ser una lombriz de tierra. Si le toca el gen (hereditario) que produce hipercolesteremia familiar ese ser humano desgraciadamente padecerá un ataque cardíaco a edad temprana. Pero si sus padres tienen un carácter colérico no significa que tenga que convertirse en un asesino en serie.
Sorprende escuchar la expresión «esclavos de nuestros genes» (o del ambiente, para el caso tanto da) cuando se habla de divulgación.
Un público especializado entenderá sin problemas que se trata de una metáfora, que es un recurso para enfatizar la importancia de determinados factores en aquello que se está estudiando.
Pero si se trata de divulgar, para el público no especializado utilizar la metáfora «esclavo» cuando se habla de comportamiento humano tiene muchas connotaciones que difícilmente van a pasar inadvertidas.
En primer lugar, la palabra tiene obvias connotaciones éticas: si consideramos a alguien – a todos- esclavos ¿no estamos considerando que tiene menos derechos, libertad o dignidad? Por supuesto el malentendido se puede aclarar fácilmente con la mayoría de las personas, pero nos hubiéramos ahorrado el posible problema explicando de otra manera.
Pero por encima de todo, creo que traslada al público un esquema demasiado simplificado de cómo se estudian las complejas relaciones entre nuestro comportamiento y todos los factores que en él influyen: genes, hormonas, historia evolutiva, epigenética, fisiología, y desarrollo ontogenético biológico y psicológico, individual y social-cultural (aprendizaje), sin pretender ser exhaustivo ni tampoco demasiado preciso.
En fin, creo que lo que entre todos estudiamos es extremadamente complejo y mi opinión personal (puedo estar equivocado) es que se hace un flaco favor tanto a la divulgación en general como a los estudiantes que comienzan en cualquier disciplina relacionada con el estudio del ser humano si les animamos a buscar esquemas simplificadores y de causalidad unidireccional.
Un saludo