Desde hace unos dos millones y medio de años las poblaciones del género Homo se movieron a través de todo el gran Valle del Rift. Esta gran fractura de la corteza continental africana comienza cerca de la costa situada frente a Madagascar, continúa por el mar Rojo desde regiones del cuerno de África y termina en el valle del Jordán, ya en el Corredor Levantino. El Valle del Rift está jalonado por los grandes lagos de África y muchos de sus amplios territorios se sitúan bajo el nivel del océano Pacífico. Dentro de algunos millones de años, un buen pedazo de África se habrá separado del continente. Pero esta es una larga historia, que merece ser contada en otra ocasión.
El Valle del Rift gozaba entonces de un clima muy aceptable y de abundantes cursos fluviales, muchos de los cuales desembocaban en los enormes lagos del este de África. Su vegetación de sabanas y bosques de galería asociados a las riberas de los ríos facilitaron la vida de nuestros antepasados. En aquella época, el desierto del Sáhara aún no llegaba hasta la regiones ocupadas en la actualidad por Egipto, por lo que el paso desde el África hacia Eurasia era muy factible.
Mientras no se demuestre lo contrario, la primera migración de las poblaciones del género Homo ocurrió hace unos dos millones de años. Las evidencias arqueológicas y paleontológicas de esa migración se localizan en varios yacimientos de la actual República de Georgia. Pronto tendré ocasión de escribir sobre el yacimiento de Dmanisi, donde se han localizado los restos de los homininos más antiguos de Eurasia. Se ha escrito mucho sobre esta primera migración ¿Qué razones impulsaron a nuestros antepasados a peregrinar hasta latitudes tan elevadas?, ¿fueron siguiendo a sus presas?, ¿huían quizá de sus predadores, de enfermedades propias de África o tal vez de la presión de otras poblaciones de homininos?
Quizá nunca conozcamos la respuesta, pero lo cierto es que esta migración no supuso ningún trauma, puesto que el clima de las regiones más meridionales del hemisferio norte tenían entonces un clima muy benigno. Por supuesto, nadie tuvo que pasar ninguna frontera política y nadie supo que había salido de las tierras que hoy en día reconocemos como pertenecientes al continente africano. Los homininos siguieron su instinto y tal vez alguna necesidad para lograr una gran expansión demográfica, a la postre muy importante para el devenir del linaje humano.
La dieta de estos humanos viajeros seguramente no tuvo que ser alterada de manera significativa, puesto que lugares como la actual República de Georgia gozaban de un clima tropical, como antiguos reductos del clima del Mioceno, la época geológica que comprende entre hace entre 23 y algo más de cinco millones de años.
Sin embargo, el clima se estaba enfriando y todas las regiones del hemisferio norte, incluidas las situadas más al sur, comenzaron a notar con intensidad creciente los efectos de las glaciaciones. La llamada “transición del Pleistoceno Inferior al Pleistoceno Medio”, un período que comprende entre hace 1,2 millones de años y 800.000 años, supuso el cambio de las glaciaciones de una periodicidad de 41.000 años a las intensas glaciaciones que todos conocemos por el cine y por otros medios de comunicación. Los últimos e intensos períodos glaciares fueron causados por múltiples factores, todavía no bien comprendidos por los expertos, pero sus efectos fueron devastadores para la flora y la fauna del hemisferio norte ¿Cómo influyeron en nuestra evolución?
Contestar a esa pregunta en toda su extensión excede con generosidad los límites de un post. Es por ello que de momento me voy a detener en el tema de la dieta. Si en regiones de climas tropicales la comida está asegurada todo el año, en regiones con estacionalidad y diferencias importantes en la cantidad de luz solar según la época del año no sucede los mismo. Esta afirmación vale tanto para el Pleistoceno como para épocas recientes en las que hemos desarrollado la agricultura. Si nos fijamos en los productos vegetales, la primavera es época de brotes tiernos, el verano y los comienzos del otoño es época de buenos frutos, mientras que el invierno carece de estos alimentos. Durante el crudo invierno los homininos tuvieron que recurrir al único alimento disponible: la carne y la grasa de los animales. Si los primeros representantes del género Homo fueron carroñeros (como expliqué en un post anterior), los humanos que habitaron el hemisferio norte aumentaron su talla y su peso de manera significativa, llegando a convertirse en formidables cazadores. La selección natural realizó su papel y los humanos se adaptaron para sobrevivir en condiciones muy complejas. Una vez más, la dieta jugó un papel primordial en la evolución de la humanidad.
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