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La capacidad para producir y comprender los símbolos no parece ser exclusiva de Homo sapiens, aunque nosotros la hemos desarrollado hasta límites sorprendentes. Los símbolos forman parte de lo cotidiano. Nos rodean por todas partes y resultan imprescindibles en nuestro modo de vida. Estamos tan habituados a los símbolos que no nos paramos a reflexionar sobre ellos y su enorme influencia en la propia existencia del ser humano.

Para escribir sobre esta cuestión es necesario hacer referencia a la mente, a sabiendas de que estamos ante uno de los conceptos más debatidos por filósofos, científicos, religiosos y pensadores en general. Mi intención no es entrar en ese debate, cuyo consenso general parece casi una quimera. Así que, si se me permite el atrevimiento, hablaré de estas cuestiones desde un punto de vista racional y materialista. La mente puede considerarse como un fenómeno emergente de la actividad cerebral, responsable del entendimiento, la capacidad de generar pensamientos, la creatividad y la innovación, el aprendizaje, el raciocinio, la percepción, la emoción, la memoria, la imaginación, la voluntad, y otras habilidades cognitivas. Siguiendo este razonamiento los símbolos pueden considerarse como una abstracción mental de gran complejidad.

Se puede definir al ser humano como nos parezca más apropiado. Sin ánimo de ser exhaustivo, podemos afirmar que somos primates visuales, inteligentes, dotados de autoconciencia y conciencia de los demás y de cuanto nos rodea, sociales y capaces de comunicarnos mediante un lenguaje extremadamente rico en complejidad y significados. He citado unos cuantos “ingredientes” de la naturaleza humana que permiten comprender el propio hecho de la existencia de los símbolos. Mediante los símbolos representamos en dos o tres dimensiones ideas y pensamientos de mayor o menor complejidad, que todos podemos ver y llegar a comprender. Con los símbolos nos comunicamos (un ejemplo es el propio lenguaje), vendemos nuestros productos, informamos, resolvemos ecuaciones, identificamos a los que piensan igual que nosotros o a los que piensan de manera diferente, etc. La variedad de símbolos parece tan inagotable  como la imaginación de la mente humana. Seguiré reflexionando sobre ello con ejemplos clarificadores. Quizá uno de las más familiares consiste en representar de manera comprensible todos los meteoros que definirán un cierto período de tiempo y un lugar determinado. Un rápido vistazo a un mapa meteorológico lleno de símbolos nos informará en pocos segundos y nos permitirá planificar de manera conveniente.