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Parece seguro que otras especies, como los neandertales (Homo neanderthalensis), fueron capaces de construcciones mentales complejas que les llevaron a practicar rituales en el enterramiento de sus finados. Sin embargo, solo tenemos constancia de un simbolismo sofisticado en nuestra especie y en épocas relativas recientes. Nuestra mente ha diseñado símbolos para unir la complejidad social que se fue construyendo a medida que aumentaba la demografía y se formaban grupos humanos cada vez más numerosos. En próximos días escribiré sobre el sorprendente tribalismo de las sociedades modernas y la complejidad de los símbolos que las definen y las unen.

Por encima del concepto de tribu nuestra especie ha conseguido unir a millones de individuos de características dispares mediante un ideario común, que se sintetiza en un único símbolo. Así surgieron los imperios, bajo la enorme fuerza visual de una bandera, o las religiones que cuentan con millones de seguidores. Los símbolos que unen a las personas son meras abstracciones, que recuerdan y refuerzan mediante su simple contemplación una forma particular y tremendamente compleja de entender la vida. No puedo ni llegar a imaginar la complejidad fisiológica que implica la mezcla de sentimientos emocionales compartidos que se desatan ante determinadas situaciones, simplemente con la agitación de un símbolo. Ignoro si los neandertales habrían alcanzado el mismo grado de complejidad, caso de haber sido ellos y no nosotros los únicos supervivientes de la genealogía humana.

En el deporte los símbolos y su significado pueden representar a los habitantes de un país o a los de un grupo más reducido. Es difícil olvidar las imágenes de todas las ciudades españolas, cuando se ganó el campeonato del mundo de fútbol. En aquella fiesta no cabía lo racional, sino la emoción del orgullo unida por un símbolo. Un tema para la reflexión y el estudio de los sociólogos. También es digno de reflexión (y esperanzador) el hecho de que un determinado símbolo deportivo aúne los sentimientos y emociones de individuos de todo el planeta.

En la mayoría de casos los símbolos son representaciones abstractas, más o menos afortunadas en lo que tienen de artísticas. Estos símbolos nos traen a la memoria lo que representan con su visualización continuada. Otros símbolos quieren acercarse más a la realidad de la propia naturaleza o de un hecho determinado (el símbolo de la cruz podría ser el ejemplo más familiar para todos los lectores). En un grado mayor de sofisticación se unen el símbolo abstracto y una realidad tangible y entendible por todos, sin excepción. La imagen que acompaña al texto suma la abstracción y la naturaleza en un símbolo con un significado de una fuerza formidable. Muchos grupos humanos han utilizado desde siempre las particularidades de ciertas especies animales y vegetales para trasladar a los demás que su identidad está unida a las características de esas especies.