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Aspecto desagastado de los dientes de la mandíbula D2600 del yacimiento de Dmanisi (1,8 millones de años). El individuo al que perteneció esta mandíbula probablemente no había llegado a los 35 años

Todo el mundo siente sana envidia cuando tiene la oportunidad de contemplar la dentadura de algún antepasado de hace muchos miles de años. Pero, ¿si no se lavaban los dientes?, ¿cómo es posible? La primera respuesta está en la dieta, totalmente libre de los azúcares refinados que invaden nuestra mesa cada día. El esmalte y la dentina de los dientes de las poblaciones actuales son tan duros y resistentes como los que tenían las especies del Pleistoceno. Sin embargo, los alimentos de los cazadores y recolectores de ese largo período no provocaban la acidez que causan las diferentes bacterias que proliferan en la boca y que terminan por disolver el esmalte. Se sabe que existen factores hereditarios favorables a la producción de caries. Sin embargo, ni siquiera en estos casos se produciría la destrucción de los tejidos dentales en ausencia de los ácidos que provoca la placa bacteriana.

En el registro fósil de nuetra genealogía, que cubre un período de seis millones de años, es extremadamente raro detectar la presencia de dientes con caries antes del Holoceno. Estos casos suelen estar asociados a la formación de un esmalte defectuoso (hipoplasia del esmalte). El cráneo de Kawbe (Zambia), datado entre 300.000 y 125.000 años, es el paciente más conocido de ataque de caries en dientes sanos. Más de la mitad de los dientes superiores de este cráneo presentan caries severas, abscesos periapicales, destrucción del hueso y supuración. Pudo tratarse de un caso particular o quizá el problema afectó a toda la población a la que pertenecia este individuo por motivos que se desconocen.

Otro aspecto positivo de las dentaduras del pasado reside en el espacio que tenían sus dientes para crecer con normalidad. Aunque en muchas poblaciones del pasado los dientes eran más grandes que los nuestros, también el maxilar y la mandíbula tenían un tamaño mayor. Los dientes emergían de las encías perfectamente alineados. Las rotaciones, tan frecuentes en la actualidad, eran casi anecdóticas. Si añadimos que la dieta era generalmente buena en calidad y cantidad, el desarrollo general de los niños y jóvenes solía producir dentaduras sanas y de una gran belleza para los cánones actuales.

craneo

Cráneo de Kawbe (Zambia), datado de hace entre 300.000 y 125.000 años. La presencia de caries generalizada en este cráneo representa un caso anecdótico en las poblaciones del Pleistoceno.

Sin embargo, no todo era perfecto para los dientes de nuestros ancestros. En las poblaciones recientes de los países desarrollados los dientes sufren poco desgaste. Los alimentos suelen ser muy blandos y no necesitan el largo proceso de masticación, tan necesario para que esos alimentos se impregnen de las primeras enzimas digestivas de la saliva. En el pasado y hasta que llegó el uso sistemático del fuego en la cocina, los alimentos tenían que procesarse en la boca. El desgaste dental era muy rápido y más allá de los treinta años la corona de los dientes había perdido al menos la mitad de su altura y, con ello, la belleza de los primeros años.

La dureza de los alimentos provocaba con frecuencia la rotura de la corona de los dientes. Cuando esto sucedía quedaba una herida abierta, expuesta a infecciones. El resultado final era similar al que producen las caries. Las infecciones terminaban por afectar al hueso a nivel de la raíz de los dientes, aparecían abscesos y las complicaciones propias de estos casos. Las infecciones bucales podían incluso extenderse a la sangre y desembocar en septicemias generalizadas, con la muerte consiguiente de los pacientes afectados.

El hueso alveolar sufría con la presencia de sarro acumulado durante años y con la intensidad de la masticación. Sin embargo, la baja longevidad de nuestros antepasados impedía que la inmensa mayoría de los individuos fallecieran antes de perder sus dientes. El caso de un individuo totalmente desdentado en el yacimiento de Dmanisi (República de Georgia), con una antigüedad próxima a 1,8 millones de años, es un caso aislado y ciertamente sorprendente.
Asi que podemos dejar de sentir sana envidia de aquellos humanos. La belleza de su sonrisa era efímera. Sus dientes se gastaban con enorme rapidez y el hueso alveolar sufría la presión de una masticación intensa y prolongada. Con poco más de treinta años, el aspecto envejecido de sus rostros nos habría causado perplejidad.