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De la película “Cyrano de Bergerac”

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Reconstrucción del género Paranthropus

Si nos preguntan acerca de las diferencias corporales entre los humanos y otros primates pensaremos enseguida en la postura erguida y la locomoción bípeda, las proporciones de los miembros, el tamaño del cerebro o en la cantidad de pelo que cubre nuestro cuerpo. Muy probablemente nos olvidaremos de mencionar la nariz, que destaca como un rasgo muy llamativo y nos otorga una gran personalidad. Quienes se modifican la nariz mediante cirugía plástica por una cuestión estética quizá ganen en belleza, pero pierden esa parte de su personalidad. Y ya sabemos que la belleza no tiene que ver solo con el aspecto externo.

Los dos huesos nasales se articulan con el hueso frontal y con la apófisis frontal del maxilar. Los huesos nasales sirven de soporte a la parte superior de la nariz y a los cartílagos que conforman este resalte facial de nuestra anatomía. Durante los cuatro primeros millones de años de la genealogía humana los huesos del esqueleto facial tenían un tamaño relativamente grande en comparación con los huesos que protegen el cerebro. Los huesos faciales se proyectaban hacia delante y nos conferían un aspecto similar al de los chimpancés. Sin embargo, los huesos nasales no tenían esa misma proyección y adoptaban una disposición vertical.

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Reconstrucción de Homo georgicus

Los australopitecos, los parántropos y hasta los primeros representantes del género Homo (Homo habilis y Homo georgicus, por ejemplo) no tenían una nariz como la que fuimos desarrollando durante el Pleistoceno. En nuestra especie, los huesos nasales sobresalen en la cara y soportan el arranque de una nariz de tamaño generoso. Como es buen sabido, los pueblos orientales tienen una cara más plana y la nariz no es prominente, mientras que los occidentales llamamos la atención por tener narices sobresalientes y de aspecto muy variado.

Hace aproximadamente un millón y medio de años se produjo una reducción muy significativa del esqueleto facial y del aparato masticador en consonancia con el cambio de dieta. La cara se fue reduciendo y acabó por ubicarse por debajo de un neurocráneo cada vez más desarrollado. Poco a poco, la proyección más destacada de la cara será la apófisis frontal del maxilar y los huesos nasales, con el consiguiente desarrollo de la nariz (sin olvidar, por supuesto, la presencia del mentón).

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Reconstrucción de Homo neanderthalensis

Los neandertales también podían presumir de buenas narices. El perfil de estos humanos resultaba aún más llamativo y exótico que el nuestro, porque todo el maxilar se proyectaba hacia delante (prognatismo mediofacial) en una configuración muy particular de esta especie, que además carecía de mentón. La belleza es un concepto muy relativo. Quizá a nosotros nos parece que los chimpancés no son atractivos. Pero, ¿qué pensarán ellos de nosotros, con ese saliente tan extraño y carnoso en la cara?