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Las excavaciones del Pleistoceno siguen siendo una cuestión de pura artesanía. Y así sucederá durante muchos años. Las manos son fundamentales para extraer los tesoros que ofrecen los yacimientos. Será difícil que las máquinas sustituyan a los humanos en el proceso de excavación. Sin embargo y como era de esperar, la tecnología más sofisticada ya forma parte del proceso.

Hace no muchos años cada excavador llevaba siempre consigo papel milimetrado y lápices de colores, para situar cada una de las piezas encontradas en la cuadrícula que le hubiera tocado en suerte. Las coordenadas X, Y y Z se apuntaban con mucho cuidado. Antes de la llegada de los ordenadores de mesa los datos se pasaban a limpio en el laboratorio al final de cada jornada. Cuando llegaron los ordenadores y los programas específicos el trabajo mejoró notablemente. Aún así, los datos tenían que pasarse del papel de campo al programa informático, ocupando muchas horas de trabajo. Recuerdo bien que esa labor se prolongaba en muchos casos hasta bien entrada la madrugada.

Pero la innovación ha ido llegando. La profundidad del nivel que se excava en cada momento se puede estimar con precisión milimétrica respecto a ciertos puntos de referencia mediante un complejo sistema ideado a tal fin. Los datos de cada pieza encontrada se apuntan en PDAs especiales, capaces de aguantar el polvo, el calor o los golpes. Esa información se envía a un ordenador central, tambien protegido contra los problemas que genera el trabajo en condiciones complicadas. Una única persona se encarga de controlar que todas las PDAs funcionen correctamente y que la información entre en el programa sin contratiempos. Al mismo tiempo, una impresora genera automáticamente una etiqueta con la información de cada pieza, que se pegará a una bolsa de plástico. Las etiquetas serán de una gran utilidad cuando se estudien las piezas durante los meses de investigación. Al mismo tiempo, el programa del ordenador central genera una base de datos de manera automática. Si hace unos años la redacción de la memoria de campo llevaba meses, ahora se puede preparar en pocas semanas. La fotografía digital continuada de cada cuadrícula ayuda a registrar toda la información. No olvidemos que la excavación de un yacimiento del Pleistoceno es un proceso destructivo y que la reconstrucción digital del mismo es lo único que nos queda del proceso. Cuantos más precisos sean los datos mejor será esa reconstrucción del yacimiento.

Por último, la técnica geoeléctrica denominada “tomografía de resistividad eléctrica” nos permite obtener imágenes en dos y tres dimensiones de las rocas y de las cavidades del sistema cárstico, algunas cegadas por el paso del tiempo, en las que potencialmente pueden existir yacimientos.
Son solo algunos ejemplos del uso de tecnología complejas. Aunque el romanticismo del hallazgo personal con nuestras propias manos seguirá por muchos años, las innovaciones en el campo de la arqueología nos están ayudando a simplificar el proceso y a mejorar notablemente la calidad de las investigaciones de campo.