No!, no se trataba de buscar a algún delincuente en los yacimientos, sino del interés de algunos miembros de la sección de homicidios por conocer conocer de primera mano el trabajo que realizamos durante los meses de verano en las excavaciones de Atapuerca. La visita se produjo la semana pasada y a todos nos quedó un grato recuerdo y la idea de que los arqueólogos pueden ser de gran ayuda en algunos casos complejos. Muchas preguntas quedaron todavía en el aire, por lo que no se descartan más visitas en próximas campañas.
El trabajo que la sección de homicidios lleva a cabo en estrecha colaboración con la policía científica tiene un gran paralelismo metodológico con las tareas de excavación en cualquier yacimiento arqueológico. En nuestro caso, cuando encontramos restos humanos podemos llegar a saber si la muerte se produjo de manera violenta por la accción de algún predador o por la mano de sus congéneres. Los cadáveres siempre eran devorados y nos quedarán las marcas de las dentelladas de los animales o de las herramientas de piedra con las que otros humanos procesaron los cadáveres (canibalismo). Pero jamás podremos conocer al autor o a los autores de aquellos actos.
Antes de la detención de un homicida, la policía trata de encontrar los restos humanos, que prueban el delito y dan pistas sobre la autoría del asesinato. Cuando se tiene la certeza de que un cadáver se encuentra enterrado en un lugar concreto, las excavaciones pueden llegar a tener una gran similitud con una intervención arqueológica. La policía científica realiza esta labor procurando no perder ningún dato, que permita llegar a la inéquivoca detención del asesino o de los asesinos. Los laboratorios de la policía científica disponen de medios muy sofisticados y de colaboraciones con instituciones científicas, equipados con instrumental muy sofisticado. El progreso de la ciencia dificulta cada vez más la impunidad de los homicidas.
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