El cráneo fósil de Steinheim se encontró en 1933 cerca de la localidad del mismo nombre, en la rivera del río Murr y a unos 20 a kilómetros de la ciudad alemana de Sttutgart. Junto al cráneo se encontraron restos fosilizados de rinocerontes y elefantes, que fueron la base de las primeras estimaciones sobre la antigüedad de este fósil en unos 350.000 años. En la actualidad esta cifra se ha rebajado cerca de 100.000 años.
Se trata del segundo resto fósil del Pleistoceno Medio, tras el descubrimiento de la mandíbula de Mauer, lo que incentivó el interés de los expertos europeos y se inició un debate muy importante no tan solo sobre la posición filogenética de este cráneo, sino sobre la evolución humana en Europa. Desafortunadamente, el cráneo está algo deformado y le falta la parte izquierda de la cara. Al menos se pudo averiguar que el fósil tiene un neurocráneo bastante esférico, un volumen encefálico de aproximadamente 1.100 centímetros cúbicos y una cara relativamente plana y diferente a la de los neandertales (quizá por aplastamiento). El cráneo fue atribuido por su gracilidad al sexo femenino. El primer nombre que se asignó a este fósil fue el de Homo steiheimensis, aunque no fue una propuesta formal regida por el código de nomenclatura zoológico.
Este hallazgo llevó a los expertos a pensar que nuestra especie tenía un origen europeo. El cráneo de Steinheim era la mejor prueba de esta hipótesis, sin duda condicionada por un europeísmo tendencioso y el racismo imperante en aquella época. Esta forma de pensar estaba además alimentada por el hallazgo del cráneo de Piltdown en 1912. En 1933 aún faltaban varios años para que se descubriera el tremendo fraude de este supuesto fósil humano (hablaré de ello en otra ocasión). Así las cosas, los expertos europeos, liderados por Henry Vallois desde 1958, comenzaron a hablar del Homo sapiens arcaico o del pre-sapiens, como una categoría sin validez taxonómica, pero con un significado conceptual muy profundo. En Europa se habrían desarrollados dos linajes independientes; uno de esos linajes habría conducido hacia los neandertales y el otro hacia nuestra especie. El cráneo británico de Piltdown y el de Steinheim eran los mejores representantes del linaje de Homo sapiens, mientras que la mandíbula de Mauer quedaba en una especie de limbo evolutivo a la espera de mejores datos. Sobre la genealogía de los neandertales solo era cuestión de tiempo encontrar sus orígenes en el Pleistoceno Medio de Europa. Toda esta teoría se montó sobre un castillo de naipes, porque el cráneo de Steinheim está claramente deformado y las conclusiones sobre su estudio siempre resultaron poco convincentes.
En la actualidad ya sabemos que la teoría de Vallois no es correcta y el cráneo de Steinheim ha caído en una especie de vacío taxonómico. Para algunos podría ser un representante de Homo heidelbergensis, mientras que para otros se trata de un verdadero ancestro de los neandertales (Homo neanderthalensis). Otros expertos no saben a que carta quedarse. Se espera que las conclusiones finales sobre la morfología ósea y el ADN de los restos fósiles humanos de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca arrojen luz sobre éste y otros hallazgos realizados en Europa en la segunda mitad del siglo XX.
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