Seleccionar página

La garganta de Olduvai (Oldupai en su versión original de la lengua Masai) , en Tanzania, ha sido y será testigo de grandes hallazgos para el estudio de nuestros orígenes. El matrimonio Louis y Mary Leakey dedicó parte de su vida profesional a trabajar en este lugar mítico de África, que ha sido bautizado como “la cuna de la humanidad”.

Hace dos millones de años el lugar donde hoy se encuentra la profunda y seca garganta de Olduvai era un sitio perfecto para la vida de plantas y animales, con un magnífico lago donde encontrar todo tipo de recursos. En aquella región vivieron y murieron decenas de especies de vertebrados, incluidas dos especies de homininos. Cuando el clima cambió y el lago desapareció muchos de los restos óseos de aquellas especies fueron cubiertos por sedimentos arrojados por el volcán Ngorongoro, en la actualidad extinguido. Poco a poco, todo tipo de sedimentos de origen diverso cubrió lo que un día fue un vergel, hasta que los restos quedaron enterrados a 100 metros de profundidad. Mucho más tarde, los cursos fluviales de las llanuras del Serengueti horadaron los sedimentos y dejaron al descubierto los restos fosilizados de las especies que habían vivido durante el Plioceno y el Pleistoceno. El hecho de que entre los sedimentos de origen aluvial, fluvial y lacustre de la garganta de Olduvai se intercalen niveles de naturaleza volcánica ha posibilitado una datación muy fiable de la secuencia estratigráfica mediante el método del potasio/argón.

La capa más profunda de sedimentos, que recibe el nombre de “Lecho o Capa I”, tiene una antigüedad de 1,8 millones de años y ocupa nada menos que la mitad de la profundidad del cañón dejado por la erosión fluvial. Los 50 metros de la Capa I de Olduvai contienen centenares de herramientas fabricadas en cuarzo y basalto, mediante la técnica más primitiva conocida hasta el momento. La denominación “Olduvayense” se ha generalizado para reconocer aquellas herramientas de piedra encontradas en otros muchos lugares de África, cuya manufactura apenas consiste en golpear cantos para obtener filos cortantes. Mary Leakey dedicó su vida profesional al estudio de las herramientas de piedra y tuvo la fortuna de encontrar varios cientos de fragmentos muy bien conservados de un cráneo en la Capa I de Olduvai. Louis, se había especializado en paleoantropología y su mayor obsesión era encontrar los ancestros de la humanidad actual, cuyo origen tendría que encontrarse en sedimentos de más de dos millones de años.

Louis Leakey esperaba encontrar restos fósiles de nuestros antepasados en Olduvai, puesto que las herramientas de la Capa I no hacían sino presagiar la presencia de seres inteligentes en aquel lugar hace casi dos millones de años. El hallazgo de esos fósiles no llegaría hasta los primeros años de la década de 1960 (Homo habilis), aunque Louis nunca estuvo satisfecho con el aspecto tan primitivo de aquellos homininos. Sin duda, Louis esperaba que los fabricantes de herramientas tuvieran un aspecto mucho más “humano”.

Por ese motivo, cuando Mary Leaky en 1959 encontró los restos craneales de “Zinj” su marido se llevó una gran decepción. Aquel cráneo tenía un aspecto muy primitivo, con una cara plana y de gran tamaño en comparación con un neurocráneo pequeño, coronado por una cresta sagital como la que presentan los gorilas. Sus incisivos y caninos, más pequeños que los nuestros, contrastaban con unos premolares y molares de tamaño desproporcionado y caras oclusales rugosas y complicadas. El propietario de aquel cráneo no podía ser de ningún modo el esperado fabricante inteligente de las herramientas de la Capa I de Olduvaí. Louis nombró la especie Zinjanthropus boisei a partir de aquel cráneo misterioso, que muchos años más tarde quedaría incluido en el género Paranthropus y relacionado con la especies Paranthropus africanus (Sudáfrica) y Paranthropus aethiopicus (Etiopía). El nombre de la especie, “boisei” está dedicado a Charles Boise, benefactor de las investigaciones del matrimonio Leakey, mientras que “Zinj” proviene de la lengua árabe y significa África oriental.

El paleontrapólogo Clark Howell fue el primero en ver la reconstrucción del cráneo (realizada por la propia Mary Leakey) durante una cena en casa del matrimonio Leakey. Se lo mostraron dentro de una lata de bizcochos, para sorprender a su anfitrión. El desconcierto de Clark Howell fue tan grande como el del propio Louis, porque todos esperaban encontrar en Olduvai seres humanos de un aspecto más parecido al nuestro, quizá similares a los de la especie Homo erectus. A pesar de la primera decepción de Louis, el hallazgo de aquella extraña criatura le dio grandes alegrías por el eco que tuvo en la comunidad científica. Pero la fama de Zinj se eclipsó pocos años más tarde ante la llegada de los pequeños habilis. Quizá Zinj nunca fabricó herramientas de piedra y formó parte de un linaje propio. La genealogía de Zinj tuvo un gran éxito evolutivo durante de más de un millón de años, pero finalmente acabó por desaparecer cuando el clima les dejó sin los vegetales que constituyeron su alimento durante milenios.