Como vimos en el post anterior la evolución hacia Homo sapiens no ha sido precisamente un camino de rosas, porque el primer instante de nuestra vida fuera del útero materno es un verdadero “calvario”. Varios especialistas en este tema tan interesante, como Juan Luís Arsuaga, Robert Franciscus, Karen Rosemberg o Timophy Waeber, han discutido en sus investigaciones sobre la posibilidad de que las especies anteriores a la nuestra hayan tenido o no un parto con rotación. El canal del parto pudo ser rectilíneo, como sucede en los mamíferos cuadrúpedo, o experimentar un giro entre el estrecho superior (la entrada en el canal del parto) y el estrecho inferior (la salida del canal del parto) En Homo sapiens la forma de la entrada y de la salida del canal del parto es diferente y obliga a que la cabeza del recién nacido tenga que experimentar un giro complicado, que alarga el proceso.
El registro fósil no ayuda precisamente a llegar a un consenso en este tema tan interesante. Las únicas pelvis de australopitecinos, Sts 14 (Australopithecus africanus) y A.L. 288-1 (Australopithecus afarensis), están incompletas, pero tienen la ventaja de que muy probablemente pertenecieron a individuos femeninos. Recordemos que, por razones obvias, la forma de la pelvis y del canal del parto muestran el mayor dimorfismo sexual de todo el esqueleto.
A estos dos especímenes hemos de sumar la pelvis de Gona (Etiopía), con aproximadamente 1,2 millones de años de antigüedad, la Pelvis 1 de la Sima de los Huesos de Atapuerca (430.000 años), la pelvis incompleta de Jinniushan (China), de finales del Pleistoceno Medio, y las pelvis más o menos bien conservadas de los Neandertales, como la de Kebara y la de Tabun C1 (Israel). Con este registro tan pobre y considerando que alguno de estos ejemplares es claramente masculino (Pelvis 1 de Atapuerca) no es extraño encontrarnos con este debate.
En 2009, Timothy Weaber y Jean-Jaques Hublin realizaron una reconstrucción virtual por medios digitales de la pelvis neandertal de Tabun C1. Una vez realizada la reconstrucción mediante la recreación por imagen especular de las partes perdidas, estos autores lograron obtener la forma de los estrechos superior e inferior de la pelvis de Tabun C1. De manera sorprendente, la forma del canal del parto obtenida por estos autores en su reconstrucción es diferente a la de nuestra especie. Weaber y Hublin abrieron de este modo un debate sobre la posibilidad de que tanto los neandertales como las demás especies de homininos no tuvieran necesidad de un parto con rotación de la cabeza del feto.
Si tenemos en cuenta que las dimensiones de la pelvis de todos nuestros ancestros fueron relativamente más anchas con respecto a la cabeza de los recién nacidos es posible que Weaber y Hublin tengan razón. Queda mucho camino por delante y muchas pelvis fósiles por hallar para poder contrastar su hipótesis, pero es posible que seamos los únicos miembros de nuestra genealogía en sufrir durante el parto las consecuencias de disponer de un cerebro grande y complejo.
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