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Ejemplar de Equus ferus przewalskii al galope en una pradera de las estribaciones de la sierra de la Demanda, en la provincia de Burgos. Foto José María Bermúdez de Castro.

Siendo aún estudiante de Ciencias Biológicas, allá por el año 1976, un profesor de zoología especializado en las especies de mamíferos silvestres más recientes y en la domesticación, nos habló del caballo de przewalskii. Ese nombre, tan complicado de leer y pronunciar, quedó grabado en mi memoria asociado a la hipótesis de que este animal pudo ser al ancestro de muchas de las formas de caballos domésticos conocidos hoy en día. A mediados del siglo XX, el caballo “prehistórico” de przewalskii estaba en peligro extremo de extinción y prácticamente se hablaba de él como una especie ya desaparecida.

Hace una semana tuve la enorme fortuna de obtener fotografías de una pequeña manada de estos animales en la provincia de Burgos. Para mi fue un verdadero viaje al pasado, no solo por mis recuerdos de estudiante, sino por saber que los caballos de przewalskii fueron cazados y consumidos por Homo erectus, Homo neanderthalensis, los denisovanos y los miembros de nuestra propia especie durante el Pleistoceno y el Holoceno. Nuestros antepasados del Paleolítico los pintaron en las paredes de la cuevas y todavía tenemos la fortuna de contemplarlos en estado silvestre. Su aspecto robusto, cabeza grande en relación al resto del cuerpo, hocico blanco, patas cortas, pelaje generoso y crines fuertes tanto en el cuello como en la cola, le da al caballo de przewalskii un aspecto muy característico.

Este équido fue llevado a las páginas de revistas científicas antes de finalizar el siglo XIX, gracias al interés por la naturaleza del general ruso de origen polaco Nikolái Przewalskii. Dada su diferencia con los caballos domésticos y su distribución geográfica restringida al actual estado de Mongolia, este caballo fue asignado a la especie Equus przewalskii. En la actualidad se sabe que el équido de przewalskii es una  variedad de la especie silvestre Equus ferus. Las dos subespecies vivieron en Eurasia y dieron lugar a diferentes tipos de caballos domésticos. La subespecie Equus ferus przewalskii tiene 33 pares de cromosomas, frente a los 32 de los caballos domésticos. Aún así, la hibridación con descendencia fértil todavía es posible. La subespecie Equus ferus ferus, conocido como el tarpán, tuvo peor fortuna y no sobrevivió al avance incontenible de la “civilización” humana.

Detalle de la pequeña manada en movimiento. Foto José María Bermúdez de Castro.

Detalle de la pequeña manada en movimiento. Foto José María Bermúdez de Castro.

Por suerte, ahora somos conscientes de que la enorme pérdida de biodiversidad en el planeta es un tremendo error. Por ello se desarrollan estrategias para la conservación de especies en grave peligro de extinción. Es el caso del proyecto “Paleolitico Vivo”, iniciado hace un par de años en la provincia de Burgos y liderado, entre otros, por Eduardo Cerdá, naturalista y experto en la divulgación de la Prehistoria. Este proyecto trata de conseguir que ciertas especies silvestres puedan vivir en libertad, gracias a la enorme cantidad de espacios deshabitados de la Comunidad de Castilla y León. Las estribaciones de la sierra de la Demanda, entre 1.000 y 1.300 metros de altitud, con bosques cerrados de pinos, praderas y dehesas de viejos robles, ofrecen una oportunidad para la supervivencia de uros, caballos silvestres y bisontes. Estos animales limpian la vegetación que crece de manera caótica tras el abandono de las zonas rurales.

Con ello se evitan incendios, se potencia un turismo de calidad y, cuando estas especies lleguen a un desarrollo sostenible, su carne podrá ser degustada rememorando así la gastronomía de nuestros antepasados del Paleolítico. Gracias a un acuerdo con la Asociación TAKH de Francia, Burgos cuenta ya con una pequeña manada de ocho caballos de przewalskii, que pueden reproducirse y mantener viva la estampa de los caballos de la prehistoria. En la actualidad sobreviven en libertad unos 1.200 ejemplares del caballo de przewalskii en varios parques de Mongolia, China y Europa. Algunos pueden ahora trotar a su antojo por tierras de la península Ibérica.