Los perros tienen un lugar de honor en la historia de la domesticación. Ellos fueron los primeros animales que vivieron junto a los seres humanos en perfecta armonía, como guardianes, cazadores o como simples compañeros de viaje. De acuerdo con los análisis genéticos la domesticación de los perros a partir del lobo gris se remonta a un período entre 11.000 y 20.000 años, aunque algunos análisis llegan al filo de los 33.000 años antes del presente. Con esos datos, no parece posible que los neandertales o cualquier otra especie humana hubiese tenido la oportunidad de asociarse con los cánidos como lo hicimos nosotros.
El registro fósil de perros hallados en yacimientos arqueológicos tiene por el momento un dato máximo de unos 14.000 años en yacimientos de Eurasia. Con este dato podemos afirmar que la sociedad entre los seres humanos y los perros sucedió durante el Paleolítico Superior, varios miles de años antes de la invención de la agricultura y la ganadería. No nos puede extrañar la diversidad de formas caninas que hemos creado por selección artificial a lo largo del tiempo, puesto que la duración de cada generación de estos animales no supera los cuatro años.
Se desconoce el lugar de origen de la domesticación de los lobos. Se especula con regiones de Oriente Próximo, Europa y del sureste de Asia. No puede extrañar que la domesticación de los lobos hubiese ocurrido en diferentes territorios, como sucedió con la innovación de la cultura neolítica. Es muy probable que la proximidad de los respectivos nichos ecológicos de lobos y seres humanos (cazadores sociales) tuviera mucho que ver con su acercamiento progresivo. La notable inteligencia de los cánidos fue sin duda un factor añadido. Y la alianza primigenia de las dos especies acabó por convertirse en una perfecta asociación.
Los análisis genéticos de diferentes razas caninas sorprenden por su convergencia con los humanos. Nosotros tenemos variantes genéticas surgidas durante el neolítico, que nos permiten digerir sin problema los productos derivados de una agricultura extensiva. Lo mismo sucede con los perros asociados a las poblaciones humanas que viven de la agricultura. En contraste y como ejemplo, tales cambios no están presentes en los husky siberianos, que conviven con los humanos en regiones donde no se practica la agricultura. Los mastines tibetanos están perfectamente adaptados a vivir en regiones de gran altitud mediante variantes genéticas apropiadas. Esas variantes son exactamente las mismas que tienen los habitantes de las regiones del Tibet, cuyas células se defienden perfectamente en condiciones de hipoxia.
Este paralelismo se utiliza como complemento en los análisis genéticos para averiguar diferentes aspectos de la demografía y movimientos migratorios de las poblaciones humanas. Por ejemplo, se están realizando estudios en yacimientos americanos, en los que puede analizarse el ADN tanto de los restos humanos como de los cánidos. Los primeros pobladores de América entraron por el puente de Beringia hace entre 15.000 y 20.000 años, antes de que el deshielo rompiera el puente entre Siberia y Alaska hace entre 11.000 y 10.000 años. Todos los datos apuntan al hecho de que los perros acompañaron a estos primeros colonos y se extendieron con ellos hasta la Patagonia. El análisis del ADN de los perros que viven actualmente en América sugiere mezclas con los animales llegados después de 1492. Sin embargo, cuando se analizan restos de cánidos en yacimientos antiguos se demuestra sin discusión que los primeros pobladores americanos entraron en compañía de perros, cuyos genomas sugieren una domesticación muy antigua a partir de lobos del norte de Eurasia. Además, los análisis del genoma de los cánidos de los yacimientos americanos apuntan también a una domesticación independiente de los lobos de América del Norte.
El mejor amigo, compañero, ayudante, colaborador, etc. del «Hombre». Para mi ha sido un honor haber podido compartir la vida con ellos. Gracias amigos.