Seleccionar página

La hipótesis con más aceptación entre los especialistas en lingüista sugiere que las lenguas de la familia Indo-Europa tienen su origen hace entre 8.000 y 9.500 años en regiones del Corredor Levantino, el sur de la península de Anatolia o otras regiones del suroeste de Asia. Se trata de la denominada “hipótesis de Anatolia”, generalmente bien documentada por las migraciones de los agricultores y ganaderos que vivían en esta región del planeta. La gran innovación que supuso la agricultura y la ganadería  (cultura neolítica) conllevó su rápida diseminación desde aquellas regiones en las que empezó a practicarse. En el caso del suroeste de Asia y el sur de la península de Anatolia, la influencia del neolítico se extendió hacia la India y hacia las regiones del norte de Europa. La dispersión de las poblaciones que llevaban consigo las nuevas innovaciones supuso igualmente una extraordinaria diversidad de lenguas. En la actualidad, tres billones de personas hablamos lenguas indoeuropeas, que se pueden agrupar en diferentes familias (germánicas, eslavas, romances, etc.) sin olvidar el sánscrito, una de las lenguas clásicas más antiguas de la India. Se pueden contabilizar más de 400 lenguas y dialectos diferentes derivados de la lengua original indo-europea. El último trabajo relacionado con esta hipótesis fue realizado por Quentin Atkinson, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), que confeccionó un árbol genealógico de todas estas lenguas y dialectos. Las raíces de este árbol profundizan más allá de los 8.000 años de antigüedad.

Sin embargo, esta hipótesis ya tiene competencia. Paul Heggerty, lingüista del Departamento de Antropología Evolutiva del Instituto Max Planck de Alemania, sostiene que el origen de estas lenguas es más reciente (entre 6.000 y 5.000 años) y que su origen habría que situarlo en las estepas que actualmente ocupan parte de Ucrania y de la Federación de Rusia. La nueva teoría ha sido bautizada como hipótesis de “hipótesis de la estepa”. Esta teoría propone que la expansión de las poblaciones de la estepa fue favorecida por la domesticación de los caballos y la invención de la rueda. En otras palabras, las personas podrían trasladarse con cierta rapidez mediante carros tirados por caballos, diseminando su cultura por otras regiones. No obstante, el problema más importante con el que tropieza esta hipótesis es la ausencia de documentación arqueológica y antropológica de migraciones desde esta región de Eurasia hacia otros lugares de Europa o de la India.

Como está sucediendo en los últimos años, la genética puede aportar información muy valiosa en este ámbito de la ciencia. Las migraciones milenarias pueden seguirse a través de los marcadores genéticos detectados en esqueletos hallados en yacimientos relativamente antiguos. Por ejemplo, el equipo liderado por David Reich (Universidad de Harvard) ha confirmado migraciones hacia Europa hace entre 8.000 y 3.000 años  procedentes del suroeste de Asia. Aquellos pobladores emigraron y se mezclaron con los europeos de entonces. No obstante, los miembros de este equipo también han detectado una segunda migración más reciente protagonizada por pastores de la denominada cultura Yamnaya, originarios de regiones de Rusia y Ukrania. La antigüedad de estos pastores se remonta a unos 4.000 ó 5.000 años, coincidiendo en la fecha con la hipótesis de Paul Heggerty. Estos pastores dieron origen a la cultura de la cerámica cordada, que se extendió por buena parte del norte de Europa, y su genoma persiste en ciertas poblaciones actuales, como las de Noruega, Escocia y Lituania.

Este debate interesa a nuestra propia lengua. En el marco de la hipótesis de Anatolia, las lenguas románicas habrían derivado de la antigua lengua indoeuropea, antecesora común de todas las lenguas habladas en la actualidad desde la India hasta el norte de Europa. Por el contrario, según la hipótesis de la estepa, las lenguas románicas habrían evolucionado a partir de la lengua hablada en las estepas del norte del Mar Negro. Esta teoría tiene dos problemas. En primer lugar, se desconoce totalmente la lengua de los pastores Yamnaya. Además, las lenguas románicas tendrían que haber evolucionado muy rápidamente, para diferenciarse tanto de las lenguas germánicas o eslavas. Las investigaciones mediante el análisis del ADN antiguo no podrán dar todas las respuestas, sencillamente porque su conservación no siempre es la adecuada.

Como corolario de estas investigaciones, y sea cualquiera la hipótesis que más se acerque a la realidad de los hechos, los humanos que vivimos en Europa y buena parte de Eurasia tenemos una biología muy próxima, mientras que la cultura nos ha distanciado en muy pocas generaciones. El lenguaje, ese carácter tan humano, resulta el mayor impedimento para la integración, tan necesaria en los tiempos que vivimos.