Como es lógico, las madres y padres nos preocupamos de que nuestros hijos se alimenten lo mejor posible. En general, los niños y niñas tienen buen apetito hasta que cumplen los dos años y medio. Algunos devoran todo lo que se les pone por delante. Buen síntoma. Si todavía se alimentan de leche materna, necesitarán incluso complementos para satisfacer sus necesidades. A partir de los 36 meses, aproximadamente, ese apetito irá decreciendo poco a poco y comenzaremos a preocuparnos. No obstante, y si todo marcha bien, los niños y niñas seguirán comiendo de manera razonable, especialmente si crecen sanos y juegan sin descanso. Pero llega un momento en que el apetito parece desaparecer y los padres podemos llegar a perder la paciencia, en particular cuando nuestros hijos se eternizan delante de un plato de comida ¿Qué está sucediendo?
Pues no sucede nada grave, sino que hacia los seis ó siete años el cerebro ha dejado de crecer y el consumo de energía de este órgano se limita sobre todo a su mantenimiento. Además, la velocidad de crecimiento corporal ha ido cayendo de manera progresiva. El declive se mantendrá hasta los 9 ó 10 años en la niñas y hasta cerca de los 12 años en los niños. Antes de esa edad los niños necesitan sobre todo hidratos de carbono. Las proteínas han sido muy necesarias en los primeros años de vida y aún lo serán más durante el estirón puberal (ver gráfica).
De ahí que a partir de los cuatro años nuestros hijos solo quieran comer pizza y macarrones. No es preocupante. Solo es un síntoma de la forma en que crecemos los humanos. También nos molesta que digan NO a muchos alimentos que a nosotros nos encantan. No se trata de manías. Todo se pondrá en su sitio cuando sean adultos. ¿Es que acaso hemos olvidado nuestra infancia y los años que preceden a la adolescencia? Por supuesto, ¡claro que hemos olvidado nuestras manías alimentarias!
En realidad solo se trata de la “estrategia” particular del crecimiento y desarrollo de nuestra especie. Como decía más arriba, el cerebro deja de crecer hacia los seis o siete años. Sin embargo, el desarrollo cerebral ha de continuar por mucho tiempo. Como ya he contado en un post anterior, ese desarrollo no se completará hasta el final de la tercera década de la vida. Así que nuestro crecimiento corporal se ralentiza dejando pasar el tiempo hasta que llega la pubertad, para desesperación de los padres. Cuando llega el estirón puberal el crecimiento se dispara (sobre todo en los niños) con una velocidad de crecimiento impresionante. Si fuera posible, tendríamos que guardar los alimentos que nuestros hijos e hijas no se querrán comer antes de la pubertad, porque recuperarán el apetito perdido hasta límites increíbles.
Hola José María,
Gracias por tratar este tema pero discrepo en algunos aspectos.
Las preferencias alimentarias no están determinadas por las preferencias, es decir, los niños de 4 años en adelante no quieren pasta y pizza porque el cuerpo «se lo pida», sino porque culturalmente les hemos introducido esos alimentos, que a nivel de recompensa son muy palatables:
Aromáticos por el queso, sabrosos por la sal, dulces por el refinado del cereal…
No corresponde por tanto bajo mi parecer a una estrategia de crecimiento. Sino a un aspecto conductual aprendido.