Hace unos 30 años tuve ocasión de visitar por primera vez el “Institut de Paléontologie Humaine” (IPH) de París, situado entre la calle René Panhard y el bulevar Saint Marcel y a poco más de 300 metros de la estación de tren de Austerliz. Nunca olvidaré la primera visita al IPH, por la impresión que me causaron el edificio, sus salas y sus colecciones. Esta institución, fundada en 1910 por Alberto I de Mónaco, fijó su sede en un precioso palacete construido bajo la dirección del arquitecto Emmanuele Pontremoli e inaugurado en 1912. La Fundación Alberto I de Mónaco fijó sus objetivos en el estudio de la prehistoria y la evolución humana, haciendo hincapié en la exploración de los yacimientos de Francia y de otros países. Más adelante, el IPH se implicó en la conservación de las piezas recuperadas, en la participación de numerosos actos académicos y en la enseñanza.
Es importante recordar que la prehistoria de Francia fue durante muchos años una referencia fundamental para Europa y para el resto del mundo, sin la que no es posible entender lo que ha venido después. La prehistoria y la evolución humana fueron mantenidas por grandes fortunas y afamados profesionales, que cogieron el testigo de Charles Darwin y Alfred R. Wallace. La preocupación por nuestros orígenes se acrecentó después de que la teoría de la evolución fuera ganando adeptos y llegara hasta las casas reales europeas. En la actualidad, el IPH de París está relacionado con el cercano Museo de Historia Natural de París y situado en un barrio de calles estrechas, cuyas placas recuerdan los nombres de los grandes científicos naturalistas de Francia. Casi diría que este barrio es un verdadero museo dedicado a las ciencias naturales. Un paseo por estas calles, con intenso sabor parisino, produce sana envidia al recordar lo que nuestro vecino país ha dedicado a estos ámbitos de la ciencia en siglos pasados.
Volviendo al IPH, su interior muestra el paso de los años en algunas de las salas. El mantenimiento del esplendor de la primera mitad del siglo XX de tantos y tantos lugares emblemáticos de París no debe ser nada sencillo. Aún así, impresiona contemplar los laboratorios o la biblioteca, cuyas paredes están totalmente forradas de maderas nobles. Esta salas albergan colecciones de un valor incalculable. Durante muchos años los jóvenes españoles que visitábamos el IPH soñábamos con disponer de instituciones similares en nuestro país dedicadas en exclusiva al estudio de la prehistoria y la evolución humana. El Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), de Cataluña, ha comenzado su andadura con grandes profesionales y tal vez algún día podrá tener el “glamour” del Institut de Paléontologíe Humaine de Paris.
En una de las imágenes que acompaña a este texto podemos ver al actual director del IPH, el Profesor (y buen amigo) François Semah, junto al Dr. Sofwan Noerwidi (Gadjah Mada University, de Yakarta, República de Indonesia) en el yacimiento de la Gran Dolina de la sierra de Atapuerca. Esta visita, realizada el pasado viernes 22 de mayo, representa el comienzo de una cooperación entre miembros del equipo de Atapuerca y el equipo formado hace ya algunos años por científicos franceses e indonesios. La experiencia del Grupo de Antropología Dental de Atapuerca en antropología virtual será el ingrediente que pongamos en esta colaboración, que promete ser muy fructífera en años venideros.
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