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Hace algún tiempo decidí apoyar de manera activa el Proyecto Gran Simio, liderado por el español Pedro Pozas Terrados. Pedro no es una persona elocuente, amigo de grandes discursos; es sencillamente una persona de acción. Su última iniciativa ha sido tratar de conseguir que los simios antropoideos sean considerados “Patrimonio vivos de la humanidad” por la UNESCO. Algunos pueden pensar que es una locura, pero no olvidemos que debemos nuestra existencia a otros seres vivos que nos han precedido. Ellos, los grandes simios, representan los animales más próximos a nosotros mismos desde el punto de vista filogenético ¿Cuánto podemos aprender de ellos? Los demás miembros de nuestra genealogía han desaparecido, quién sabe si algunos se extinguieron por sí mismos o tal vez hemos contribuido de manera activa a ese hecho. Es el caso de los neandertales, las poblaciones de Homo erectus, los denisovanos o los homininos hallados en la isla de Flores. Es hora pues de rectificar. Reproduzco a continuación algunas de la frases de la carta redactada por Pedro Pozas:

“Muchos científicos ya consideran personas no humanas a aquellos seres que según el concepto de persona, han superado con creces la definición establecida oficialmente por nuestros filósofos. Hace años, Joseph Fletcher (1905-1991), uno de los fundadores de la moderna bioética, ofreció un exhaustivo y bien conocido conjunto de quince atributos para definir la personalidad humana: inteligencia mínima, autoconciencia, autocontrol, sentido del tiempo, sentido del futuro, sentido del pasado, capacidad para relacionarse con otros, preocupación y cuidado por los otros, comunicación, control de la existencia, curiosidad, cambio y capacidad para el cambio, equilibrio de razón y sentimientos, idiosincrasia y actividad del neocórtex. Hoy sabemos que todos los grandes simios, y no sólo los seres humanos, poseemos estos quince atributos de la personalidad (aunque en diferente grado).
Ya lo dijo Kofi Annan, el que fue Secretario General de la ONU: “Los grandes simios son parientes nuestros. Como nosotros, se transmiten el conocimiento, tienen vida social y fabrican herramientas y medicinas. Se comunican con la gente y se reconocen. Sin embargo, no los hemos tratado con el respeto que se merecen”.
Richard Leakey, antropólogo mundialmente conocido ha declarado que “Deberíamos extender a nuestros hermanos los chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos, derechos básicos  para cerrar la brecha que nunca debería haber existido”

También hace algún tiempo escribí algunas frases, que reproduzco en este post en favor de los grandes simios:

“La información que nos ofrecen los homínidos, nuestros parientes vivos más próximos en términos filogenéticos, es inestimable. Ellos son una referencia y un modelo imprescindible en todos los estudios que se realizan sobre el ser humano. Solamente por este hecho, deberíamos proteger su hábitat natural y respetar su vida. La diferencias genéticas que nos separan con los homínidos actuales son muy pequeñas. Compartimos con ellos una historia evolutiva común de varios millones de años ¿Porqué hacer desaparecer sin escrúpulos las pocas especies de nuestra propia familia evolutiva?” Tenemos pues la obligación moral de reconocer a los grandes simios como miembros de nuestra propia genealogía.

Solo respetando la vida de nuestros semejantes y de otros seres vivos con los que compartimos el planeta Tierra podremos merecer el calificativo de HUMANOS, que nosotros mismos nos hemos atribuido.