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Uno de los aspectos de la evolución humana que desde siempre ha llamado mi atención es la total ausencia de correlación entre el tamaño del cerebro y la tecnología. Nosotros mismos somos el mejor ejemplo. Con un cerebro de unos 1.300 centímetros cúbicos podemos sobrevivir con una cultura de cazadores y recolectores o tener en mente la posibilidad de alcanzar planetas fuera de nuestra galaxia. La diferencia es abrumadora y solo puede explicarse por la enorme flexibilidad de nuestro cerebro para lograr una mayor o menor complejidad. Lo veíamos en el post publicado el 10 de diciembre de 2015, a raíz de las investigaciones de Aida Gómez Robles y sus colegas de diversas universidades de USA.

Grupo internacional de excavación en Olduvai

La innovación que supuso la fabricación de la tecnología achelense hace tal vez algo más de 1.700.000 años (1,7 millones de años) supuso un salto cualitativo de primer orden en nuestra cultura. Hasta entonces nos habíamos pasado más de dos millones de años golpeando las piedras apropiadas para obtener simples lascas de filos cortantes (Olduvayense=Modo 1=Tecnología de cantos). Además, y con algunas variantes “progresivas”, el llamado Modo 1 fue la manera de fabricar instrumentos de piedra en buena parte de Eurasia hasta hace unos 700.000 años. África fue testigo de la innovación ocurrida hace 1,7 millones de años (o quizá antes), cuando nuestra mente puedo alcanzar un grado de complejidad suficiente como para fabricar bifaces, hendedores o picos (Achelense=Modo 2=Herramientas de gran formato). Había comenzado una nueva era en la llamada “edad de piedra”, en la empezamos a confeccionar herramientas estandarizadas.

Bifaz tallado en basalto, obtenido en el nivel FLKW L6 de Olduvai. Fotografía de F. Diez-Martín and D. Uribelarrea.

Bifaz tallado en basalto, obtenido en el nivel FLKW L6 de Olduvai. Fotografía de F. Diez-Martín and D. Uribelarrea.

Hasta hace pocos meses, los yacimientos de Kokiselei (Kenia) y Konso Gardula (Etiopía) eran los únicos que podían presumir de tener herramientas del Modo 2, con una cronología de 1,7 millones de años. Desde hace una par de semanas hemos de añadir el propio yacimiento de Olduvai, que excavan desde hace años varios colegas y amigos españoles. La cronología de los niveles de Olduvai (FLK West), que contienen herramientas del Modo 2, también se ha datado en 1,7 millones de años. La diferencia es que en este nivel de Olduvai las herramientas están asociadas a los restos fósiles de los animales que mataron nuestros ancestros. Esta es una gran diferencia, que enfatizan Fernando Diez Martín y sus colegas españoles y tanzanos en un artículo publicado por la prestigiosa revista “Scientific Reports” del grupo “Nature” hace pocas semanas. Este grupo de españoles ha levantado, no sin gran esfuerzo, un lugar de investigación en Olduvai (IDEA: Instituto de Evolución en África) , que nació de un compromiso institucional entre la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, la Universidad de Alcalá de Henares y el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid. Esta gran “idea” está teniendo sus frutos, en forma de grandes hallazgos en un lugar mítico.

La fabricación de utensilios de gran formato, mediante un elaborado “plan mental”, para conseguir herramientas con una forma determinada, exige planificación y una larga y precisa secuencia de golpes con un percutor. Los percutores más arcaicos eran de piedra, pero se llegó a la sofisticación de tallar con percutores blandos formados por astas de animales. El resultado de esta estrategia tecnológica supuso una fabricación sistemática  de herramientas con una forma determinada, que pudieron ser utilizadas en varias funciones. Su hallazgo junto a fósiles de diferentes mamíferos confirma su relación con el procesado de los cadáveres de estos animales y el consumo de carne hace 1,7 millones años. Esperemos que las campañas en Olduvai sigan proporcionando datos, como los que un día hicieron mundialmente famoso este lugar de Tanzania, donde en los años 1960 se encontraron los primeros fósiles de la especie Homo habilis.