Hace ya once años visité por primera vez los yacimientos de Zhoukoudian, situados a 40 kilómetros del centro de Pekín. Había asistido a un congreso internacional, organizado con motivo del centenario del nacimiento del paleoantropólogo Pei Wenzhong y del 75 aniversario del hallazgo del primer cráneo humano en la Localidad 1 de Zhoukoudian. La visita a los yacimientos era obligada y casi una peregrinación a un lugar mítico. Recuerdo el interminable viaje en autobús, no solo por el denso tráfico del centro de la ciudad, sino por el lamentable estado de la carretera que conducía a los yacimientos. El autobús tuvo que sortear una infinidad de bicicletas, motocarros y otros vehículos similares. Sin embargo, el premio de visitar el complejo de yacimientos de Zhoukoudian mereció la pena.
Estos yacimientos se encuentran en la llamada Colina del Hueso del Dragón. Los habitantes de la pequeña aldea situada a los pies de la colina conocían la existencia de fósiles (dientes de dragón), que vendían a los interesados por este tipo de recuerdos. El azar quiso que uno de estos dientes cayera en manos de un paleontólogo europeo. En 1921, Otto Zdansky se desplazó a Pekín y recorrió la Colina del Hueso de Dragón. Este fue el comienzo de una aventura científica extraordinaria. Algunos de los yacimientos señalados por Zdansky proporcionaban centenares de fósiles, algunos de los cuales parecían humanos. En 1927, el paleoantropólogo canadiense Davidson Black estudió y reconoció la naturaleza de esos fósiles y propuso el nombre de Sinanthropus pekinensis. En la década de 1950 los fósiles de Zhoukoudian se reclasificaron en la especie Homo erectus, donde siguen incluidos en la actualidad.
En 1929, la dirección de las excavaciones en Zhoukoudian fue asignada a los arqueólogos chinos Yan Zhongjiang, Pei Wenzhong y Jia Lanpo. Durante años se recogieron miles de fósiles de especies extinguidas, herramientas de piedra y fósiles humanos. Como es bien sabido, en 1941 la totalidad de los fósiles humanos se perdieron durante su traslado a los Estados Unidos, cuando se pretendía ponerlos a salvo de los acontecimientos de la segunda guerra mundial. Pero eso ya es otra historia. En la actualidad, y debido a la enorme expansión de la economía de China, la ciudad Pekín ha crecido hasta un punto en que la zona urbanizada ha llegado hasta los yacimientos. Se ha creado un parque que protege el complejo arqueológico y un museo moderno de prehistoria que nos cuenta la historia de los hallazgos. Se ha perdido el encanto del misterio de lo antiguo, pero la economía es una prioridad y el turismo relacionado con los yacimientos representan una fuente de riqueza. En 1987 la UNESCO incluyó a los yacimientos de Zhoukoudian entre los bienes Patrimonio de la Humanidad.
El paralelismo con los yacimientos de Atapuerca es evidente. En 1999 el complejo de yacimientos de Atapuerca también fue declarado entre los bienes Patrimonio de la Humanidad y “Lugar de Valor Excepcional Universal”. El romanticismo de las primeras excavaciones, allá por los años 1970s y 1980s, con escasos medios y un reconocimiento social prácticamente nulo, ha dejado paso a una situación totalmente diferente. Sus excepcionales hallazgos han dado la vuelta al mundo, de la mano de publicaciones en revistas científicas de enorme prestigio. El turismo también ha llegado. El romanticismo ya es un recuerdo de una época complicada para los que participamos en los inicios del proyecto científico y de las excavaciones. En actualidad y como sucede en Zhoukoudian, todo el mundo puede disfrutar del encanto de un lugar excepcional para el estudio de la evolución humana. Además, la mítica y la magia de Atapuerca sigue tan vivas como la exploración de sus yacimientos (espero que por muchos años). La diferencia con los yacimientos de Zhokoudian estriba en que, por fortuna, esos hallazgos están perfectamente documentados y en estudio permanente. En la Colina del Hueso de Dragón se realizan prospecciones y excavaciones puntuales, pero jamás podrá recuperarse la información que se perdió en 1941.
Existe una similitud entre los conjuntos de Atapuerca y Zhoukoudian, que muy pocos conocen: su relación con el ferrocarril. Algunos de los principales yacimientos de Atapuerca se descubrieron en parte gracias a la construcción de una trinchera para el paso de un tren minero entre Monterrubio de la Demanda y la pequeña localidad de Villafría. Esta última ya se considera un barrio más de Burgos, donde se ubicaba el tránsito del ferrocarril hacia el País Vasco. La Trinchera del Ferrocarril se construyó en la ladera suroeste de la sierra de Atapuerca muy probablemente por intereses comerciales. La piedra caliza de la sierra ha sido explotada desde hace cientos de años y la trinchera pudo ser una fuente de riqueza.
A los pies de la Colina del Diente de Dragón también circulaba un tren minero, que transportaba materiales de construcción hasta la terminal en el centro de Pekín. La estación de la aldea de Zhoukoudian ha quedado recogida en numerosos documentos, como los que presento en este post. Las imágenes fueron tomadas por el propio Pei Wezhong y documentadas en la obra “Chronicle of Zhoukoudian (1927-1937)”, editado por Jia Lanpo y publicado en 1999 por Shangai Scientific & Technical Publishers. Esta joya literaria recoge una documentación de valor incalculable para reconstruir la historia de los acontecimientos acontecidos en Zhoukoudian antes de la segunda guerra mundial.
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